
Estudiantes de la Licenciatura en Criminología de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ) están escribiendo una nueva historia de esperanza para niñas y adolescentes que han enfrentado violencia. Con el proyecto La voz de las jóvenes transformadoras, implementado en el Instituto de Rehabilitación al Maltrato de Menores “Needed”, buscan romper ciclos de daño y empoderar a las sobrevivientes mediante herramientas emocionales, sociales y educativas.
Las estudiantes Zulianky Díaz García y Paulina Hernández García, junto con José Braulio Martínez Soto, realizaron un diagnóstico inicial que reveló un problema crítico: muchas de las beneficiarias han normalizado conductas agresivas en su entorno, lo que dificulta identificar y prevenir situaciones de riesgo. “Esto no solo perpetúa el daño, sino que limita su capacidad para construir relaciones sanas”, explicó Díaz García.
Ante este panorama, el equipo diseñó un plan de intervención centrado en cuatro pilares:
- Gestión emocional: Ayudar a reconocer y expresar emociones de manera saludable.
- Resolución de conflictos: Enseñar estrategias para abordar problemas sin violencia.
- Comunicación efectiva: Fomentar el diálogo asertivo y el establecimiento de límites.
- Identificación de violencia: Brindar herramientas para reconocer patrones de maltrato físico, psicológico o social.
La Mtra. Guadalupe García Martínez, coordinadora de la Licenciatura en Criminología en la Facultad de Derecho, destacó que este proyecto forma parte de una iniciativa académica sin precedentes. Por primera vez en los siete años de la carrera, estudiantes del séptimo semestre —en la materia Diseño de Proyectos— integraron equipos multidisciplinarios para maximizar su impacto. De los siete planes desarrollados, cuatro se enfocaron directamente en prevenir y atender la violencia en Querétaro y otros estados.
“No se trata solo de teoría: estos jóvenes están aplicando conocimientos de psicología, derecho y trabajo social para reconstruir vidas. Es un paso crucial hacia la intervención temprana”, afirmó García Martínez.
Las actividades implementadas ya han comenzado a dar frutos. Las participantes no solo han fortalecido sus relaciones interpersonales, sino que ahora identifican señales de alerta en su entorno y cuentan con estrategias para protegerse. Además, el proyecto ha incentivado la colaboración entre la UAQ y organizaciones civiles, creando una red de apoyo más sólida para las sobrevivientes.
Este esfuerzo refuerza el papel de las universidades como agentes de cambio social. Al combinar academia, empatía y acción, los estudiantes de la UAQ no solo están transformando vidas, sino sentando las bases para que más niñas y adolescentes puedan reescribir su futuro lejos de la violencia. Como concluyó Paulina Hernández: “Enseñarles que merecen respeto y seguridad es el primer paso para que sean libres”.