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Pan y circo

Alguna razón debió haber tenido el poeta satírico Décimo Juvenal, cuando dentro del contexto de la locución panem et circences, peyorativamente se refería a la descripción común de muchos gobiernos que consiste en darle a la masa comida y entretenimiento para que se queje poco, o nada.

Hoy en día no solo los gobiernos ponen en práctica esta lamentable máxima, sino que por igual lo hacen partidos políticos, servidores públicos y hasta dirigentes religiosos, amparados en la prontitud con la que quieren buscar un resultado ya sea social, político o electoral.

Al pueblo, pan y circo, es una frase que describe en la mayoría de los casos la pronta necesidad de individuos o grupos de poder, para conseguir rápidamente la aprobación de sus representados, dando más importancia a los temas que no son trascendentes para la realidad en la que vivimos.

Y adivine usted a quiénes les dan a desarrollar esa “importante” tarea de dar a conocer a los ciudadanos solamente sus beneficios, pero nunca sus obligaciones… ¡pues a los comunicadores!

La noble herramienta de la mercadotecnia, que en el mejor de los casos debe servir para comunicar eficientemente lo que en verdad le debe importar a la sociedad, ahora es utilizada para adornar y empaquetar un sinnúmero de productos que casi siempre de nada sirven al público que los consume.

Explicando la raíz de este asunto, tenemos que hacer diferencia en dos conceptos que parecen ser iguales pero son totalmente distintos: se trata de la publicidad y de la mal usada propaganda.

Por un lado, la publicidad en su concepto original es una herramienta creativa que busca las mejores características o cualidades de las cosas para poder desarrollar un buen producto que sea atractivo y útil para quien lo consume.

Ahora veamos el lado de la propaganda, que no es más que la labor de convencimiento social que un individuo desea permear en las masas, con el único objetivo de convencerlos para buscar un bien común.

Entendamos entonces que la publicidad vende productos, y la propaganda ideas, aunque actualmente en el contexto político-social en el que vivimos, para los mercadólogos ya es muy fácil confundir al ciudadano y venderle gentes disfrazadas de productos, aunque éstos estén más huecos que un caparazón.

Es aquí entonces cuando el pan y el circo funcionan a la perfección, puesto que en la vorágine del día a día donde todo va muy rápido, los ciudadanos ya no nos fijamos en las cosas que verdaderamente tienen un grado de trascendencia importante para la vida individual y colectiva.

Debemos pues acostumbrarnos a no creernos todo lo que nos dicen los diferentes medios de comunicación, ya que en la mayoría de los casos, la información que manejan frecuentemente va encaminada a desarrollar propaganda muy pobre, disfrazada de publicidad que nos hacen creer indispensable para vivir.

Por eso la recomendación desde esta trinchera es que a la masa, ni todo el pan, ni todo el circo, porque si bien hoy en día el objetivo es juntar todo en una sola canasta y ponerlo en nuestra mesa, hay que recordar que todos los excesos son dañinos y que es nuestra responsabilidad ser más selectivos en los contenidos para decidir mejor el camino social o informativo que debemos o queremos consumir, por eso entonces ¡Habemos de comunicación!

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