El Centro de Estudios Económicos del Sector Privado, CEESP, en su Análisis Económico Ejecutivo, consideró que los resultados favorables en los agregados, guardan riesgos hacia adelante por el lado de los ingresos del erario.
Señala que los ingresos públicos no petroleros muestran signos de debilidad y el dinamismo del impuesto sobre la renta de 2020 fue transitorio.
Añade que el gasto público continúa privilegiando los planes del gobierno previos a la pandemia poniendo en segundo plano las necesidades supervinientes en salud, educación y seguridad pública.
Los riesgos por el lado del gasto se concentran en la CFE y Pemex, así como en la creciente rigidez del gasto social.
Pero aún es tiempo de modificar el rumbo a fin de atender las necesidades sociales y de inversión verdaderamente más apremiantes.
La Secretaría de Hacienda recientemente dio a conocer su informe sobre las finanzas públicas para octubre, en el que se reportan resultados favorables en los agregados. Al interior de la estructura de ingresos y gastos, se perciben riesgos y se advierten señales de preocupación.
En el periodo enero–octubre los ingresos totales del sector público crecieron a una tasa anual de 5.1% real. Por ahora es un resultado positivo. Sin embargo, esto responde principalmente al efecto rebote de la economía después del impacto de la crisis sanitaria sobre la actividad productiva del país en el 2020.
En términos absolutos el incremento anual en enero-octubre de los ingresos fue equivalente a 461.4 mil millones de pesos, (mmp) provenientes principalmente del fuerte aumento de los precios internacionales del petróleo que propiciaron que lo ingresos provenientes del sector aumentaran 327.9 mmp, equivalente a una tasa anual de 64.3%. El impulso pudo haber sido mayor si la producción del crudo no se hubiera situado muy por debajo de lo que se presupuestó, manteniendo niveles históricamente bajos. En el año la producción ha promediado 1.733 millones de barriles diarios (mbd), frente a una cifra presupuestada de 1.857 mdb que posteriormente se corrigió a la baja a 1.753 mdb.
Hacia adelante, se perciben riesgos en la estabilidad de los ingresos petroleros. Aunque se prevé que el precio del crudo se mantendrá elevado el próximo año, su volatilidad puede generar episodios de rápidos cambios en su tendencia, como ya se han visto antes. Por su parte la baja producción de crudo no muestra, señales de un repunte en el futuro previsible que fortalezca el efecto de los ingresos petroleros.
Los ingresos públicos no petroleros muestran signos de debilidad y el dinamismo del impuesto sobre la renta de 2020 fue transitorio.
Por su parte, en los diez primeros meses del año los ingresos no petroleros reportaron una disminución anual de 1.8% en términos reales respecto al mismo lapso de 2020 (aunque su valor absoluto corriente aumentó en 133.4 mmp). A su interior, la recaudación del impuesto al valor agregado (IVA) aumentó 11.5%, la de los impuestos a la importación 18.5%, la del impuesto sobre la renta (ISR) aumentó 0.1%, mientras que la del impuesto especial a la producción y servicios (IEPS) cayó 14.5%.
El aumento en la recaudación del IVA es razonable con el efecto rebote del consumo tras el confinamiento y las restricciones sanitarias de un año antes; así, se compara con una base reducida. También lo es la de los impuestos a la importación, que ha crecido sustancialmente y aportó al fisco 12.0 mmp más que el año pasado, principalmente por el mejor desempeño que muestra la economía de los Estados Unidos.
Sin embargo, el resultado del ISR parece no estar en línea con la coyuntura. Su recaudación solo aumenta en una décima de punto porcentual anualmente en los primeros diez meses del año, mientras que en los primeros tres trimestres la economía creció 6.4% respecto al mismo periodo de 2020. Parecería que simplemente no se ha recuperado lo perdido.
Pero cabe recordar que el desempeño del ISR el año pasado fue atípico ya que en medio de la fuerte contracción su recaudación mejoró modestamente, incluso crecía anualmente en el mismo periodo 0.4%, después de que en 2019 caía 1.6%.
En este espacio se sostuvo que ese fenómeno era insostenible ya que se debía a causas transitorias. Principalmente fue debido a que la estrategia del SAT entonces se basó en recuperación de adeudos que estaban siendo controvertidos. Evidencia anecdótica pero copiosa indicaba que en las confrontas del SAT con las empresas respectivas prácticamente se amenazaba con la posibilidad de acusar de defraudación fiscal y su equiparación a delincuencia organizada, que podrían resultar en prisión preventiva y hasta en extinción de dominio. La estrategia fue exitosa desde la perspectiva de la recaudación, pero sólo hasta que se acabaron los litigios. Las consecuencias a más largo plazo serán muy probablemente negativas para la economía -y para la misma recaudación, ya que la intimidación de ese tipo seguramente disuadió nuevas inversiones-.