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Nos cuidamos y cuidamos: un protocolo de seguridad para proteger a las víctimas de peligro en vía pública.

*“El valiente es hasta que el cobarde quiere”, diría la sabiduría popular. Y con toda razón.

Ante la organización del crimen, las instituciones gubernamentales con sus capacidades funcionando, pero rebasadas y una cultura sistemáticamente violenta, las acciones conjuntas de “los de a pie” son la mejor defensa.

Para dar cuenta de esto existen una infinidad de ejemplos: una colonia que se pone de acuerdo para vigilar su calle, una comunidad estudiantil que crea un programa para compartir vehículos, o una plaza comercial que genera un protocolo de seguridad para cuidar a los transeúntes, por mencionar tres.

En Querétaro, un grupo de mujeres empresarias aprovechó el momento de diálogo sobre la seguridad de la mujer, para comenzar a plantear un protocolo para proteger y ayudar a cualquiera que se vea en una situación de riesgo y que acuda a alguno de sus locales.

Plaza Pabellón (ubicada en el fraccionamiento El Refugio) se distingue por algo: 7 de sus 10 negocios actuales son dirigidos por mujeres. Un tiempo atrás, las locatarias crearon un grupo de chat para poder estar en contacto, resolver dudas y acompañarse en cualquier eventualidad.

Hace unas semanas, platicando sobre el paro nacional del 9 de marzo y su decisión de apoyarlo como empresarias, surgió la iniciativa para llevar la acción un poco más allá: la creación de un protocolo de protección y ayuda para cualquiera -dentro o fuera de la plaza- que acuda a alguno de los locales.

“Una plaza comercial debe buscar ser un lugar seguro, un lugar que dé confianza a los que van a comprar, a los que pasan caminando por ahí. Que cualquiera sepa que, si se siente inseguro, puede entrar a alguno de los negocios y pedir ayuda”, comenta Martha Guerrero, dueña del gimnasio. 

Con base en este ideal, comenzaron a trabajar los detalles del proyecto. Por ejemplo, un distintivo en el exterior de cada negocio, un botón de pánico, un taller de defensa personal y manejo de situaciones violentas, incluso, nombres especiales en las bebidas de la cafetería para alertar de una situación de peligro.

Aunque todas coinciden en que en el fraccionamiento se vive un ambiente “seguro”, existen muchos factores de riesgo, como el robo a casa habitación (que es muy común) o la presencia de vecinos sospechosos pero, sobre todo, algunos especialmente cercanos a las mujeres.

Fabiola Arrollo, dueña de un salón de belleza cuenta “las chicas salen de trabajar en la noche y yo las llevo a la parada, incluso más lejos; el camino a través del libramiento es muy peligroso y las paradas están desiertas y obscuras, en el mejor de los casos… porque a veces hay hombres por ahí”.

“Muchas alumnas han tenido malas experiencias al ser acosadas en la calle por trabajadores de las construcciones. Además de eso, la plaza está en una de las entradas menos controladas.  Una no se puede sentir totalmente segura caminando por la calle en la noche”, cuenta Stephani Pantoja, directora de la academia de idiomas.

“Nunca se controló ni se ha controlado la seguridad de las construcciones, aún es común el acoso con piropos o miradas, incluso ver personas sospechosas en las noches. Además de eso, alguna vez una de las asistentes al gimnasio sintió que la seguían” relata Martha Guerrero.

Según los datos de la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana, en México 72.9% de las personas se sienten inseguras en la calle y 27.2% de las mujeres encuestadas denuncian haber sido acosadas en el entorno público.

Sin importar cómo se presente, este peligro constante es justo el que se busca combatir con la creación de un protocolo; la idea es que el proyecto trascienda el caso de Plaza Pabellón y se replique en otras plazas, en otros negocios, que se vuelva algo común.

“Hay que dejar de estar esperando que nos solucionen los problemas, si sabemos que hay algo que podemos hacer, por más micro, debemos hacerlo y esperar que se replique para que se haga más grande”, afirma Stephani.

El caso de estas líderes es muy especial. Cada una, desde su rubro, busca incidir para crear conciencia y mejorar las condiciones de su entorno de trabajo, de la comunidad de la que forman parte, incluso del contexto que vive la ciudad y el país.

Aunque al protocolo aún le faltan algunos pasos para terminar de materializarse y entrar en vigor, la intención no depende de eso; este proyecto ha inspirado ya un fuerte impulso para generar cambios.

“Si tuviera que responder a una situación así, como dueña del negocio me sentiría fuerte. Tal vez no lista porque aún no tenemos el protocolo, pero ya me siento con todas las ganas de ayudar como pueda”, asegura Fabiola.

“Algunos de los hombres que trabajan en la cafetería aún no están convencidos acerca del paro de sus compañeras, lo critican. He buscado la forma de acercarme a ellos y platicar acerca de las razones que tiene y lo importante que es”, dice Pamela.

El protocolo de seguridad y respuesta va mucho más allá del caso particular de Plaza Pabellón en El Refugio. Es la diferencia entre una herida seria, un secuestro, una violación, y un mal trago; si se replica, tampoco importara en qué parte de la ciudad estés, o del país: estarás a salvo en donde sea que busques ayuda.

“Lo importante es sentirnos seguras y fuertes para poder ayudar a otros. Somos mujeres fuertes que se levantan a diario a abrir su negocio y ser líderes; ese poder hay que usarlo para ayudar a otros, aprovechando nuestra posición”, concluye Martha Guerrero.

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