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Votar no es ‘traicionar’

La campaña de Morena contra los diputados opositores es una forma de censura política que no debe tener cabida en nuestro régimen democrático, bajo ninguna circunstancia.

MIRADA AL MUNDO/Rogelio Ríos/Abril 29, 2022

No es una herramienta política más la que usan Citlali Hernández y Mario Delgado, a nombre del Movimiento de Regeneración Nacional y con el consentimiento del Presidente López Obrador, en su campaña pública de acusación a 223 diputados federales opositores de ser «traidores a la Patria» por su voto en contra de la iniciativa de reforma constitucional en el sector eléctrico, el cual no consiguió la mayoría calificada en el Congreso de la Unión.

La campaña de difamación de Morena en contra de los legisladores federales, absurda desde su concepción, cruza una línea roja muy precisa, una que separa la civilidad política de la barbarie y la violencia.

Más allá de los delitos en que puedan incurrir sus incitadores, la campaña difamatoria incide sobre la libertad de expresión de un legislador federal materializada con su voto en el recinto legislativo a favor o en contra de los asuntos sobre los que debe pronunciarse. Sus opiniones son inviolables, según establece la Constitución.

Se convierte dicha campaña, por tanto, en una forma de censura política que no debe tener cabida en nuestro régimen democrático, bajo ninguna circunstancia.

«La catarata de injurias», dice al respecto Salomón Chertorivski (diputado federal por Movimiento Ciudadano y víctima de la campaña), «cumple una función política: eludir la argumentación sustantiva… es importante que la opinión pública sea consciente del ardid. Es importante para la afirmación de nuestra democracia; lo es también para la salud de nuestro debate político… la patria no es, ni de chiste, el presidente López Obrador».

Cuando en Morena optan por la difamación en lugar de la discusión, se rompe por completo la naturaleza del trabajo legislativo cuyos puntales es la negociación, la diversidad de opiniones y las transacciones legitimas entre posturas encontradas.

Además, fundar esa ruptura violenta del proceso legislativo mexicano en la acusación de «traidor a la Patria» carece por completo de fundamento, es ridícula la acción. Persistir en ese camino equivocado por parte de los morenistas es pretender, como bien lo señala Jesús Silva-Herzog Márquez en su reciente columna, «el monopolio del patriotismo».

«Se pretende decretar el monopolio del patriotismo. Un patriotismo de Marca Registrada. El patriotismo obligatorio del régimen es, en realidad, sectarismo, esa enfermedad que convierte a la política en una forma de religión paranoica… se trata de una forma de entender el mundo que no acepta ninguna negociación, que no imagina ningún valor fuera de la secta.»

Es la afirmación de la democracia la que está en juego y bajo el asedio del sectarismo. Chertorivski y Silva-Herzog señalan con agudeza los males que exhibe Morena erigida en Santa Inquisición que conduce a la criminalización de los oponentes legítimos.

Los periodistas saben bien lo que la difamación y el acoso desde el poder del Estado significa para su trabajo y sus vidas. Si no se detiene de inmediato y se castiga a sus perpetradores (Citlali Hernández y Mario Delgado), las acusaciones de «traición a la patria» a los diputados federales opositores pueden terminar en tragedia.

Un primer paso se dio el 27 de abril por la tarde: la Comisión de Quejas del Instituto Nacional Electoral (INE) dictó una medida cautelar y «se ordenó al presidente nacional de Morena, Mario Delgado, y al referido instituto político, para que, de inmediato, en un plazo que no podrá exceder de tres horas, realice las acciones, trámites y gestiones necesarias y suficientes para eliminar las publicaciones denunciadas alojadas en Twitter, así como de cualquier otra plataforma electrónica o impresa bajo su dominio, control o administración.»

Precisa en su comunicado el INE que «este tipo de manifestaciones podrían eventualmente vulnerar el derecho de las personas legisladoras al efectivo desempeño del cargo, porque parecería que votar en contra de las propuestas de reformas hechas por el partido político predominante o por el Presidente de la República les conllevaría una campaña de odio en su contra».

Es un primer paso, pero faltan muchos más para restaurar algo de la civilidad perdida.

Rogelio.rios60@gmail.com

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