Chicago, IL.- El reciente desplome del vuelo 2431 de Aeroméxico en Durango ocurrió a las cuatro de la tarde (hora central). La conferencia de prensa de las autoridades estatales sobre el suceso ocurrió hasta las 8:55 PM, casi cinco horas después del avionazo.
Por fortuna no hay fallecidos, pero la angustia de los familiares de los pasajeros que por alguna razón fueron incapaces de comunicarse con sus seres queridos fue enorme. Y eso lo sé de primera mano porque en ese vuelo había al menos ocho personas con residencia en Illinois.
La información sobre el accidente aéreo que emitió el gobierno de Durango durante la tarde fue totalmente inservible para alguien que deseaba saber si algún conocido viajaba en la aeronave.
En su aparición ante la prensa cinco horas después del siniestro, el gobernador José Aispuro se deshizo en elogios para todas las agencias que de alguna forma participaron en el operativo de rescate de los pasajeros, a quienes ubicó en varios hospitales de Durango, pero sin mencionar cuántos eran o su condición, a excepción del piloto, que reportó en estado grave pero estable.
En el vuelo 2431 viajaba el padre Esequiel Sánchez, rector del Santuario de la Virgen de Guadalupe en Des Plaines, Illinois. La información sobre su condición logramos obtenerla hasta que él mismo se comunicó con el templo para decir que estaba vivo, aunque con un brazo roto.
Existen protocolos que las autoridades siguen en caso de desastre. Sin embargo, la opacidad informativa hacia el público siempre prevalece, no es parte de esos protocolos. Eso es algo que tiene que cambiar. No es posible que en estos tiempos con acceso a tanta tecnología los gobiernos se empeñen en controlar el flujo informativo de los acontecimientos.
La transparencia hacia el público en momentos de crisis es esencial. Intentar manipular los hechos va en contra de la esencia de cualquier instancia de gobierno. Ha llegado el momento de deshacerse de los improvisados. Solamente recordemos que, al final, la verdad siempre sale a relucir.
