Los mexicanos somos una sociedad corrupta. Duele verse en el espejo, es más fácil voltear a otro lado y señalar las tropelías ajenas.
Carecemos de una cultura de legalidad, extendida y practicada cotidianamente. Así lo refleja el Índice de Cultura de la Legalidad que elaboró la asociación civil México Unido Contra la Delincuencia A.C.
No conocemos las leyes que deben regirnos… y aunque tengamos una peregrina noción, nos la pasamos por cuanto arco encontramos. Y no hay que hacer sesudas investigaciones.
Basta salir a la calle y observar cuántos respetan los límites de velocidad, cuántos se detienen sobre los pasos de cebra, cuántos aceleran cuando el semáforo muestra la luz amarilla y cuántos pasan impunemente la luz roja.
También brilla por su ausencia la autoridad para hacer cumplir la norma. Sin embargo, los ciudadanos deberíamos cumplirla aún sin la vigilancia de un policía.
Si en estos aspectos básicos la legalidad está tan deteriorada, ¿qué podemos esperar en temas más complejos, como el manejo de los recursos públicos o la seguridad?
El tejido social se construye desde las calles: la convivencia armónica entre ciudadanos y las autoridades que hacen cumplir la ley son los hilos; la vía pública es el telar.