Chicago, IL.- Quiero que observe con detenimiento la fotografía adjunta de la periodista Julie Le Duc de La Jornada. Fue tomada en días pasados en la orilla del Río Grande cerca de Matamoros, México, y Brownsville, Texas.
¿Qué pensamientos le provoca esta imagen? A mi me parece una terrible escena, que ejemplifica claramente los peligros a los que se exponen los migrantes centroamericanos que buscan pedir asilo en los Estados Unidos.
Los cuerpos en la imagen son del salvadoreño Óscar Alberto Martínez Ramírez y su hija Valeria, quienes se ahogaron ante la impotente mirada de Tania Vanessa Ávalos, esposa y madre de las víctimas. El horrible desenlace comenzó cuando el hombre, desesperado por no ser recibido por los agentes estadounidenses en la frontera, decidió que no había otra que cruzar el río.
La mujer sobreviviente cuenta que inicialmente Óscar fue capaz de cruzar el embalse con su hija, a quien dejó en la orilla del lado estadounidense, pero cuando se disponía a regresar por su esposa, la niña saltó al río nuevamente; él fue capaz de sujetarla, pero la corriente se los llevó a los dos.
Cuando el padre y la menor fueron encontrados así lucían: boca abajo, la niña abrazada al cuello de su papá, el salvador que no pudo serlo.
Que sirva esta fotografía para ilustrar la grave crisis humanitaria de migrantes en la frontera mexicana con los Estados Unidos, que bajo el mandato de Donald Trump está decidido a incumplir todos los tratados internacionales de asilo por razones humanitarias.
Estas muertes se suman a muchas otras de migrantes que han corrido la misma suerte en el Río Grande y también en las áridas tierras entre Sonora y Arizona, donde mueren de sed bajo las ardientes temperaturas.
Y ahora que México se ha convertido en el policía migratorio de Donald Trump, el riesgo de escenas como ésta es latente en el río Suchiate en la frontera con Guatemala. Ojalá me equivoque.