Los Tocables

Renuncias con pasaporte

La renuncia de Alejandro Gertz Manero rumbo a Alemania fue presentada como un gesto personal, casi íntimo, que el Estado respetaba con gratitud.

En realidad fue el preámbulo pactado para abrir paso a la “elección” —así, entre comillas— de Ernestina Godoy. Nadie se sorprendió, porque sorpresa solo existe cuando hay incertidumbre, y aquí no la hubo. Hubo comparecencias, hubo preguntas medidas, hubo discursos formales, y nada de eso tuvo influencia alguna en el resultado. Fue pantomima institucional: la coreografía completa para simular deliberación donde solo existía aceptación.

El guion era evidente antes del primer nombre inscrito. La convocatoria fue un trámite. El procedimiento, un ensayo. La votación, una consumación. Y en ese teatro, las fuerzas políticas que deberían cuestionar, exigir explicación o negociar contrapesos decidieron acomodarse en silencio. No por convicción democrática, sino por simple supervivencia.

La oposición llegó con voz baja y salió sin postura clara. La neutralidad como forma de omisión.

Mientras tanto, el oficialismo colocó las cortinas adecuadas. Entre el anuncio del aumento al salario mínimo y el entusiasmo por el próximo sorteo del Mundial —dos noticias diseñadas para ocupar conversación y celebración pública— se operó en lo oscurito lo que realmente importaba: el control de la Fiscalía.

Las buenas noticias iluminan la portada; los nombramientos clave se firman en la penumbra. Es la especialidad de la casa.

La llegada de Godoy no solo responde a un cargo concreto, sino a una lógica de continuidad y disciplina. No se busca autonomía técnica, se busca lealtad política. No se elige a quien incomode al poder, sino a quien lo acompañe. La justicia deja de ser respeto a la ley para convertirse en herramienta del proyecto. En otro tiempo, eso se negaba con vehemencia. Hoy se asume sin pudor.

Lo verdaderamente preocupante no es que la designación se diera así, sino la normalidad con que fue aceptada. El país asistió a la representación sabiendo el final, y aun así aplaudió las escenas formales. Cuando la simulación reemplaza al debate, la democracia se vuelve trámite y los contrapesos un recuerdo de mejores manuales de civismo.

Y el riesgo es simple: un día descubriremos que el teatro sustituyó al gobierno, que el libreto pesa más que la ley, y que la justicia, como el pasaporte, se otorga solo a quienes están en la lista correcta.

Tiempo al tiempo.

@hecguerrero

Héctor Guerrero

Periodista. Director en @politicamx @TiempoReal_mx y @losfuertes.mx Adicto a la información. Apasionado y en línea con los deportes y la política. México

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