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LOS BUENOS, LOS MALOS Y LA MORRALLA

Yo crecí en un mundo bipolar, es decir la llamada Guerra Fría entre el mundo capitalista y el bloque socialista, liderados respectivamente por los Estados Unidos y la Unión Soviética. En ese entonces los primeros eran llamados Primer Mundo, los siguientes el Segundo Mundo (termino casi nunca utilizado) y el resto de países no alineados eran conocidos como Tercer Mundo.

En términos prácticos, visto desde México, eran los buenos (o sea los gringos y los países ricos capitalistas), los malos eran, claro, los soviéticos y sus compinches como chinos y cubanos; los otros eran como la morralla, porque su rol en el escenario mundial no era relevante, no tenían armas nucleares y sus economías eran débiles.

Por años, y sobre todo con la firma del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica, en México se empezó a acuñar un término en lo económico “país en desarrollo” y en lo político se decía un gobierno de centro, o sea no totalmente capitalista (1er mundo) pero tampoco socialista (2º mundo).

Décadas han pasado desde la caída del Muro de Berlín y el fin de la Unión Soviética, seguido del supuesto fin de la Guerra Fría, que no era sino una competencia entre gringos y rusos a ver quién lo tenía más grande, el arsenal militar, y en especial de armas nucleares; y ahora en pleno siglo XXI renace el fantasma de la guerra. Sin haber salido completamente de la pandemia, el mundo enfrenta una crisis bélica que revive el enfrentamiento de los países de Occidente, alias Europa y Norteamérica, contra Rusia que anhela reconstituir lo que era la Unión Soviética, hablándose incluso del inicio de una Tercera Guerra Mundial.

Desde Canadá, las cosas se ven así: Rusia abusando de su poderío militar invade un país independiente, que en el pasado era parte de la URSS, Ucrania. Poniendo de pretexto el apoyo a dos regiones separatistas al este ucraniano y presuntamente para derrocar el gobierno neonazi, lanzando una ofensiva terrestre y aérea. En pocas semanas se desata la peor crisis humanitaria desde hace casi un siglo en Europa, ya son 5 millones de ucranianos huyendo de la muerte, en su mayoría mujeres y niños, asilados en países vecinos. Pueblo tras pueblo es bombardeado incesantemente por los ocupantes rusos, que derriban todo tipo de edificaciones, matan civiles, violan mujeres, roban cuanto pueden y asesinan fríamente ancianos y niños.

El mundo mira impávido como avanza la destrucción y brutal masacre, sin que los héroes de las películas, los americanos y los aliados de la OTAN, muevan un dedo, pues Ucrania no es país miembro (aunque lleva 10 años pidiendo ser parte de la Unión Europea y de esa organización). Temen, dicen sus líderes, escalar el conflicto a un territorio global y el riesgo de ataques nucleares.

Sin embargo, la guerra no se hace solo con hombres y armas, las ideas y la propaganda juegan un papel fundamental.

Al interior de Rusia, donde se prohíbe y se castiga la difusión de noticias provenientes de fuentes externas, solo la versión del gobierno de Putin es aceptada. Esta perspectiva no la llama “guerra” ni “invasión”, es una operación militar de apoyo a los ucranianos de habla rusa, que están siendo atacados por el “perverso gobierno neonazi del presidente Zelenskyy”. Circulan rumores de que los Estados Unidos estaría llevando experimentos secretos en Ucrania para desarrollar armas químicas y que incluso estarían preparando algún tipo de ataque contra Rusia.

Y es así que, en México, el tema de Ucrania es “controversial”, porque de algún modo se ha venido infiltrando en la opinión pública la versión propagandística rusa, y claro la versión de Estados Unidos. Aprovechando un antiguo sentimiento antigringo y muchas teorías de conspiración, muchas naciones de Latinoamérica parecen asumir un rol mucho más tolerante y de apoyo hacia Rusia.

Desde su posición marginal, pues México no tiene recursos ni militares ni económicos para apoyar a ninguna de las partes, como lo han hecho Canadá, Estados Unidos y la Gran Bretaña, lo que resulta inquietante es el nivel de penetración en varios sectores de la sociedad mexicana de la visión pro-rusa. Que, a mi forma de ver, no es solo justificar la invasión de Ucrania, sino validar una forma de gobierno totalitario, al que no se le cuestiona, donde no hay contrapesos, donde la presencia de militares por todos lados es algo normal; un régimen que quiere controlar todos los sectores económicos, alejándose del libre mercado… haciendo del “neoliberalismo” un enemigo a vencer.

¿Qué hay detrás de ese fallido ejercicio de votar por la revocación de mandato en México?

Lo he comentado anteriormente, en Canadá existe la figura del Voto de Confianza, que es una herramienta legal que se ha usado varias veces. Siendo un régimen parlamentario, el poder legislativo es quien ejerce esa facultad. En particular al presentar la ley de presupuesto, ante una ley altamente controversial e incluso ante algún acto terrible del primer ministro – a los ojos de la oposición-; los legisladores pueden llamar a una votación (exclusivamente entre ellos) para decidir si el gobernante sigue gozando de la confianza de los REPRESENTANTES del pueblo. En caso contrario, se disuelve el gobierno, el parlamento y se llama a elecciones, precedidas de un breve periodo de campañas; esto normalmente ocurre en gobiernos minoritarios, o sea sin una mayoría completa en el parlamento. Entonces, le revocan el mandado al gobernante en turno y se convoca al pueblo a elecciones.

Es una vez más esta fantasía primer (¿o será segundo?) mundista de México, que parece estar viviendo una democracia que no acaba de amarrar, pero que hay que aparentar que existe. No se tata tanto de alinearse con un bloque ideológico-económico, sino la aspiración real debe ser vivir en un Estado de Derecho, donde se respete la ley y los gobernantes tengan contrapesos, y la población haga su parte.

El futuro del conflicto bélico en Ucrania es incierto, nadie sabe las consecuencias que tendrá en la reconfiguración política, económica y militar del planeta. Quizá es tiempo de que México vea sus problemas internos bajo una óptica más abierta, a la luz de esta crisis internacional.

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