Vino a Querétaro, al sitio en el que se promulgó la Constitución que nos rige pero que ya no es la misma. Conoció el Palacio de la Corregidora, el salón donde, presumiblemente, Josefa Ortiz de Domínguez ‘taconeó’ para llamar la atención de un inexistente Ignacio Pérez.
Firmó el libro de visitantes distinguidos y, tras dialogar un rato a solas con el gobernador de Querétaro, Mauricio Kuri, bajó y se encaminó al Teatro de la República donde, le esperaban unos 150 invitados que le escucharían en su mensaje.
Luego de los discursos del anfitrión Kuri, de la presidenta del Senado que olvidó sus orígenes constitucionalistas para militar en la ideología; de un ignorante presidente de la Cámara de Diputados que ni el nombre del gobernador pudo decir correctamente y de un sobrio pero alineado mensaje del queretano Arturo Saldivar, habló el inquilino de palacio.
El tabasqueño se sopló media hora de ‘su’ versión de la historia y de cómo ésta se acomoda a sus intereses.
Y, en un acto de ‘autocrítica’ apuntó al pasado, no a su presente; recurrió a sus lugares comunes y, ahí, en la retórica que le acomoda, afirmó que el neoliberalismo dañó a México, para luego comenzar a hacer un recuento de sus logros.
Gobernadores, miembros del gabinete, empresarios, entre otros, le escuchaban, pero; sobre todo, le oían otros.
Así, cuando el inquilino de Palacio dijo que “fue un gran avance el que se estableciera en el artículo 28, repito, que se prohíbe la condonación de impuestos”, el más atento escucha del mensaje fue Epigmenio Ibarra.
A la afirmación de que, en su administración ‘fue muy importante también elevar a rango constitucional el castigo a los corruptos”, quienes se levantaron de sus asientos, aunque no estaban en el recinto republicano, fueron. José Ramón, Bartlett, Pio, Martinazo, Irma Eréndira y Ana Guevara.
Pero donde más la aplaudieron al originario del edén mexicano, fueron los jóvenes, niños y mujeres que perdieron la vida en los últimos tres años por el cáncer y las más de 600 mil almas perdidas por la Covid, cuando dijo:
“Imagínense para la justicia social lo que significa que en la Constitución se haya establecido —la Constitución vigente— el derecho de los adultos mayores a la pensión, el derecho a la pensión para niñas, niños con discapacidad; el que se haya elevado a rango constitucional el derecho de estudiantes pobres a recibir una beca para estudiar; el derecho del pueblo a la salud…”. No pos sí.
Pero no fue todo, también tuvo escuchas aplaudidores a quienes las palmas de las manos les ardieron luego de que su gurú les dijo:
“Que tengamos jueces, autoridades imparciales en lo electoral, que no haya fraudes, que las elecciones sean limpias, sean libres, como lo pedía el presidente Madero, Apóstol de la Democracia. No consejeros, magistrados, empleados del presidente o de los partidos, sino autoridades verdaderamente independientes, de inobjetable honestidad con voluntad, con vocación democrática”.
Ahí, de pie, a punto de la lágrima y visiblemente emocionados, aplaudían a rabiar Arturo Saldivar, José Luis Vargas y Karla Humphrey, entre otros.
Y luego, remató su discurso con un muy claro y rotundo:
“Yo estoy muy satisfecho de estar aquí. Esta es la historia”.
AMÉN.
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