La caravana migrante, llegó a Tijuana, a la zona de playas, donde el «sueño americano» literalmente, está a la vista.
Niños, mujeres, hombres. Una masa humana que ha caminado por el país, enfrentándose a todo tipo de situaciones, para buscar la seguridad, curiosamente, en el país más racista y represor del mundo. ¡Qué paradoja!
La marcha no solo sacó a la luz la situación que vive esa parte de los hermanos centroamericanos, también desató una ola de racismo y clasismo en México, caracterizado siempre por recibir y dar asilo a quien lo solicite.
Los nuevos tribunales de la justicia y la moral opinan sobre el fenómeno, se solidarizan; mientras otros ven amenazada, desde su pureza de raza, su empleo y su patrimonio (que no tienen).
El verdadero viacrucis de los centroamericanos, no es el cruce, es el trayecto. Muchos son asaltados, discriminados, otros mueren en el camino, los hombres son reclutados por el narco o ejecutados, las mujeres abusadas sexualmente, asesinadas y si les va «bien», terminarán en un burdel de cuarta… y la lista de parabienes que pagas por ser un indocumentado centroamericano en México, sigue.
¿La paradoja? En México viven ilegalmente, estadounidenses que no son molestados, pero que se esconden de la justicia de su país, y como estamos acostumbrados a agachar la cabeza con el hombre blanco y a odiar al que tiene la piel más obscura, con ellos no pasa nada; a esos ilegales no les decimos nada. En resumen: la medianía del mestizo.
Los mismos que odian a Trump y se conmueven al ver niños enrejados; legiones de likes y me entristece y caras rojas y condenas, son los que hoy dicen a los centroamericanos que se larguen; los mismos que ayer eran expertos en aeronáutica o se conmueven por la muerte de músicos y escritores que ni han leído o escuchado… puro wananabe.
El maltrato y el tránsito de migrantes en México no es cosa nueva, lo que tanto nos conmueve, como la solidaridad que han demostrado otra buena parte de los mexicanos y las condiciones adversas que enfrentan, no son noticia. Esta vez fue a escala masiva.
Así, en escala masiva, se ve la solidaridad, pero la indiferencia, la intolerancia, la ignorancia, la xenofobia y el racismo, se ven más.
El nacionalismo mal enfocado es peligroso, y combinado con un gobierno de tintes autoritarios, es una mezcla que ha provocado millones de muertes y se han cometido las peores injusticias, incluso en nombre de Dios.
Ellos huyen para tener una mejor vida en el país más violento del mundo, culpable directo de la situación en la que viven. Otra paradoja.
Mexicanos y centroamericanos, salen de su país, de la boca del Lobo, para meterse al esófago, a la laringe, al corazón del Lobo que no descansará hasta tener bien sujeta a su presa.
Y allá vamos, mexicanos, hondureños, salvadoreños, guatemaltecos, ingleses o brasileños a suplicar asilo a la casa del imperio que ha tirado en nuestros países su basura tecnológica, ideológica y que ahora no quiere hacerse cargo de la pobreza que ha generado.
La discriminación que existente es el dinero. ¿Si hondureños y salvadoreños con poder adquisitivo (que los hay) vinieran a México, serían tratados igual? No.
La discriminación, hoy y siempre, es la pobreza. La pobreza mental y la económica. Ese es el legado que nos ha dejado «el sueño americano» y esa, es la gran paradoja.
Tiempo al tiempo.