La moral es el conjunto de reglas que se generan de manera individual o grupal y que se aplican a los actos de vida cotidiana de los ciudadanos. Estas normas guían a cada individuo, orientando sus acciones y sus juicios sobre lo que es moral o inmoral, correcto o incorrecto, bueno o malo.
Es esa voz en la cabeza que acepta o rechaza tal o cual conducta de las personas.
La moral de Andrés Manuel López Obrador es digamos “dispersa”, distraida, de acuerdo con sus intereses y convicciones, como la de todos los políticos que sólo ellos saben cómo le hacen para dormir tranquilos, cómo pueden ver a los ojos a sus hijos y cómo hablar de “moral”, pero en los bueyes de mi compadre.
La moral no entra al orden jurídico, sino vive en la consciencia y al respeto humano.
Pues como dijo López Gatell, en una frase que quedará en los anales de la historia como ejemplo de servilismo y sumisión. “El presidente es una fuerza moral, no de contagio”. Lleva tres.
El nuevo evangelio político, que se viene pregonando desde que gobierna este régimen donde se prometió dejar fuera las viejas prácticas de corrupción, donde estarían fuera los moches, el nepotismo, la impunidad y todo eso que antes veíamos en “lo oscurito”, ahora es política de gobierno y hacerlo ya de forma cínica sin guardar las formas.
Si no me creen, pregúntenle al bodoque, quien ya no puede esconder su vida fifí y que para colmo, le hallaron ooootra casa gris, ahora en CDMX, en el municipio de Coyoacán.
De acuerdo con Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), tal y como sucedió con la denominada “Casa Gris” en Houston, José Ramón López Obrador, hijo mayor del presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, ocupa en una zona residencial de Coyoacán.
De acuerdo con documentos de la Sedena, el bodoque, al que no se le conoce oficio ni beneficio, estableció como su domicilio particular en la Ciudad de México un inmueble que es propiedad de la asistente de la directora de La Jornada.
Así es, el periódico que antes gozaba de un gran prestigio y que hoy es el propagandista número uno de López y sus secuaces, ha recibido más de 750 millones de pesos en contratos en lo que va del sexenio.
Así que “faro de moralidad”, yo les pondría “los faroles” de la moralidad, pues ejemplos hay muchos en lo que va del sexenio.
Ser farol es firmar, comprometerse a no respetar la reforma educativa del sexenio anterior, antes de que sus iniciativas de ley en materia de educación fueran aprobadas por las cámaras legislativas.
Que tal el aeropuerto de Texcoco, la cancelación se volvió en el negocio de los amigos del otro bodoquín de López, su hijo Andy, quién ante el capricho o demostración de poder por parte de su papi, una consulta “gansito” bastó para que la cancelación del aeropuerto fuera el negocio de su vida. Los chocolatitos no dejan.Así lo reveló Latinus.
Y así estos “faroles” le han dado con todo a la Termoeléctrica de Morelos, del Corredor Transístmico, de los Derechos de los Pueblos Indígenas y Afromexicanos, de la planta cervecera de la empresa Constellation Brands en Mexicali que llevaba un 65 por ciento de avance y que prometía gran derrama económica para la localidad, además de generar cientos de empleos.
¿Fue moral dejar a los niños con cáncer sin medicinas?, ¿fue moral el manejo de la pandemia? ¿Fue moral soltar al Chapito?, ¿Fue moral robarse el dinero de los damnificados de los sismos? ¿Pío y Martinazo con ejemplos de rectitud?
¿Fue moral cómo engañaron.a la gente con la rifa del avión? ¿Con la vacuna “patria”?
¿Es moral reirse de las masacres?, ¿tener la peor inseguridad en la historia? ¿Atacar a los periodistas? ¿Es moral ir sobre los que no simpatizan con sus ideas?
¿Eso es moral o es pura faroleada?
La moral en este sexenio ha sido utilizada como instrumento de imposición, como un portentoso abuso de poder atrás del cual se ampara para soltar todo su talante autoritario.
A la oposición nada le interesa, ni siquiera el bien del país, solo le interesa lo suyo defender a una élite corrupta, discriminadora y rapaz. Ese es el discurso.
Por ello quedan automáticamente desacreditados pues cada crítica que emitan o cualquier propuesta que esgriman, aunque esté fundamentada, queda desacreditada “ipso facto”.
En el otro extremo están los que se inflan el pecho y se llaman obradoristas, quienes apoyan al presidente, no porque crean en su proyecto personal de nación, sino porque están resentidos, quieren revancha, quieren cobrársela a los que consideran sus enemigos, sus adversarios.
Con esto queda claro que, quien defienda a capa y espada esta “revolución moral”, respala explícita y abiertamente al autoritarismo, a la vez que rechazan cualquier idea diferente, rechazan la democracia, rechazan al pueblo al que tanto defienden y del que tanto se sirven.
Alguna vez López dijo que Morena tendría que ser un faro de moralidad, hoy lo único en lo que se han convertido es en una bola de faroles, a los que la realidad los está alcanzando ya.
Tiempo al tiempo.
@hecguerrero