La mayor parte del trabajo legislativo es inútil.
No lo dice un sesudo instituto de investigación, ni los ciudadanos desencantados con el sistema político.
Lo dicen los propios diputados federales.
El pasado 11 de octubre se desecharon 3,582 iniciativas de ley, propuestas de reforma, puntos de acuerdo, exhortos y declaratorias de Días Nacionales -como el Día Nacional de la Herbolaria- que no fueron dictaminadas en comisiones en el plazo marcado por la ley.
Al bote de la basura en votación económica.
Dichas iniciativas correspondieron a las LXII y LXIII Legislaturas, y consumieron miles de horas en su presentación desde la “máxima tribuna del país”. ¿Por qué no interesó su discusión al seno de las comisiones? ¿Si fueron desechadas con tal facilidad, eran de utilidad?
Una revisión somera de lo que aprueban ambas cámaras revela que el Poder Legislativo sigue siendo una oficina de trámite de los temas de interés del Ejecutivo y son pocas las propuestas emanadas desde el Congreso de la Unión que terminan siendo aprobadas.
Son pocos también los diputados y senadores especialistas, con experiencia, capacidad y peso político para incidir en cambios a la legislación. Las “burbujas” son el espacio donde realmente se toman las decisiones.
Para el resto, el paso por San Lázaro termina siendo anecdótico, una «foto para el Feis”. ¿O en verdad necesitamos un Día Nacional de la Herbolaria?