Estados Unidos de América tiene una larga trayectoria de intervención en asuntos internacionales -con diplomacia, inteligencia y acciones bélicas- en las que ha confirmado que no tiene amigos ni enemigos, solo tiene intereses.
En algunas ocasiones la intervención en otros países es para asegurar posiciones estratégicas que lo mantengan como potencia preponderante, otras ocasiones los asuntos exteriores son para fortalecer posiciones de política interior.
En el caso de Venezuela y el reciente giro diplomático al reconocer a Juan Guaidó como presidente en funciones, Washington parece buscar más un efecto interno que realmente buscar la democracia en Sudamérica, la atención de la crisis humanitaria y la protección de los Derechos Humanos.
Ante un paro de gobierno prolongado y sus efectos colaterales, Donald Trump necesita afianzar, una vez más, su posición frente a la base que lo llevó a la victoria. En especial en Florida donde hay una extensa comunidad anti castrista, anti chavista y anti madurista.
En ese lance aparente contra Maduro, Trump podría estar; sin embargo, fortaleciendo la posición política de Maduro al nutrir el discurso anti imperialista y abrir un flanco internacional que distraiga la atención del conflicto político con Guaidó.
En ese flanco internacional, EEUU se apuntó una derrota al no lograr una condena unánime frente al régimen de Maduro. Si la bandera hubiera sido la atención de la crisis humanitaria, probablemente hubiera obtenido consenso.
Al final, se actualiza la máxima del político mexicano, Jesús Reyes Heroles: lo que resiste, apoya.