Chicago, IL.- La tragedia ocurrida en el poblado de Tlahuelilpan, Hidalgo, denota una severa crisis moral en la sociedad mexicana.
Por un lado, tenemos a un pueblo tomando ventaja del derrame de un oleoducto; familias enteras llenando bidones con gasolina ante los ojos de elementos del Ejército, impávidos ante el saqueo.
Luego ocurrió la fatídica explosión, cuyas dantescas escenas con gente corriendo en llamas circulan por las redes generando lamentables reacciones que ponen en evidencia la total ausencia de compasión hacia las víctimas.
Esos que se dan golpes de pecho (“¡Se lo merecían!”) son los que más me dan miedo, porque sólo una persona sin alma puede alegrarse de las consecuencias de una desgracia de tal magnitud.
Hace no mucho alababa el sentido de solidaridad de los mexicanos con los migrantes hondureños en su paso hacia los EEUU. O la extraordinaria ayuda ciudadana en los derrumbes de edificios provocados por el terremoto del pasado 19 de septiembre en la Ciudad de México.
Esta vez no hay empatía; al contrario, hay desprecio hacia las víctimas de la explosión en Tlahuelilpan, cuya desgracia deriva de autoridades improvisadas. La fuga se reportó a Pemex al menos cuatro horas antes del estallido; nadie cerró el oleoducto. No hay protocolos de seguridad y si existen son letra muerta en la paraestatal.
Y el Ejército también tiene gran responsabilidad por lo ocurrido en Hidalgo; no hay pretexto del por qué los refuerzos no llegaron para dispersar a la muchedumbre precisamente para evitar lo que finalmente ocurrió.
Para entender la magnitud del siniestro, hay personas que fueron reducidas a polvo por el estallido del ducto. ¿Quién puede burlarse de eso? Solamente un desalmado.
La administración de Andrés Manuel López Obrador debe identificar plenamente cuáles fueron las fallas y los responsables dentro de las instituciones directamente involucradas en esta catástrofe.
Este es el momento de que el verdadero cambio comience al interior de las instituciones oficiales. No más improvisados e irresponsables en el gobierno. No más impunidad, por favor.