Chicago, IL.- Entre todas las tradiciones, la Fiesta de XV Años ha emigrado junto a todos los mexicanos que vivimos en los Estados Unidos. Acá, igual que en nuestro terruño, es el evento más significativo para las jovencitas y sus familias.
El sueño de verse ataviada con un hermoso vestido y una corona se convierte en realidad con bastante regularidad entre las adolescentes mexicoamericanas. No hay una celebración tan hermosa y vibrante como una Quinceañera.
Como es costumbre en estos casos, primero llega la invitación: “Roberto y María De La Cruz tenemos el honor de invitarlos a celebrar la fiesta de Quince Años de nuestra hija: Mussa De La Cruz. Padrinos de honor: Héctor y Lilia González”. Luego los detalles sobre la misa y la recepción en el salón de la Sociedad Puertorriqueña de la ciudad de Waukegan, en Illinois.
Y el siguiente mensaje cierra la convocatoria: “Momentos mágicos pasan en la vida y bonito es compartirlos con personas especiales para mí”, firmado por la festejada.
La misa siempre es el preámbulo que permite agradecer al Creador tantas bendiciones y la oportunidad de compartir con amigos y familiares la presentación oficial de una hija ante la sociedad. En esta ocasión -como en muchísimas otras- la eucaristía en español tuvo un gran significado para todos los presentes, porque en su primer idioma empiezan a transportarse a la tierra que los vio nacer. Es una sensación en verdad conmovedora.
Y después viene la pachanga, la tan esperada fiesta donde la quinceañera y sus padres primero agasajan a sus invitados con una gran comilona (la barbacoa estuvo exquisita) y luego con mucha música mexicana, de esa que pone la piel de gallina.
Pero lo mejor todavía está por llegar: las palabras del padre de la quinceañera, los agradecimientos a todos los padrinos (la madrina de postres se lució), y el vals con los chambelanes, ese regalo que nos hacen las festejadas después de muchas semanas de práctica y dedicación.
Los aplausos de la concurrencia al término del vals son casi inagotables; todos los adultos nos hemos transportado a nuestros lugares de origen, al amado terruño gracias a la bendita tradición de la Quinceañera.