Pese a que el Gobierno de Andrés Manuel López Obrador y su Cuarta Transformación ofrecieron abrazos y no balazos, el crimen organizado decidió darles la bienvenida a su modo: regando muertos a lo largo y ancho del País.
López Obrador en los primeros días de su Gobierno, presumió que el promedio de los crímenes en México había bajado, lo cual es falso, fueron simplemente cifras alegres, ya que la violencia se mantiene sin freno en la República Mexicana.
Al puro estilo de AMLO, la delincuencia lo recibió con un “toma chango tu banana”, y de norte a sur y de este a oeste, las ejecuciones y asesinatos son pan de todos los días.
Hombres, mujeres, abogados, policías, etc., han sido víctimas del crimen organizado y sus múltiples tentáculos desde el inicio del Gobierno de Andrés Manuel.
Hace unas semanas, en este mismo espacio, se mencionaba que cada que hay una alternancia en el poder, la violencia, en lugar de disminuir va en aumento, ya que inicia de nuevo una guerra por el control de los territorios.
Algunos grupos buscan tener el control del gran negocio del crimen organizado; mientras que los otros defienden sus espacios a capa y espada.
Acabar con la violencia y el crimen organizado no es cuestión de días, ni siquiera de años. Los recursos que están en juego son en ocasiones mayores a los que puede generar una nación. “Nel pastel”, discursos y programas improvisados o no probados, no son la solución. Eso es simplemente un sueño guajiro.
Ningún Gobierno puede ofrecer incentivos económicos y de poder fáctico a los delincuentes como los que les otorga el propio crimen organizado.
Aunque el nuevo presidente de México ha dicho en reiteradas ocasiones que entre sus prioridades está el combate a la inseguridad, la creación de la Guardia Nacional y sus 35 mil efectivos que saldrán a las calles no es la solución al problema. El Ejército ya ha estado en las calles y la violencia no ha sido frenada.
La guerra contra el narcotráfico va para largo, quien piense que se solucionará en seis años, está en un error, por el momento no existe una varita mágica que ayude al Gobierno o gobernarte en turno a lograrlo. Insisto, el problema es más de fondo que de forma.
Un acierto son sus propuestas para recomponer el tejido social, pero eso no lo es todo o suficiente. Desgraciadamente la violencia tiende ir al alza, es parte medular de la guerra entre los delincuentes. La ley del más fuerte es la que predomina en estas situaciones. Los abrazos no están en el vocabulario de los sicarios; los balazos son su esencia, su poder, su marca particular, su manera de defender sus intereses y sus territorios conquistados.
Afirma Eduardo Galeano que “la violencia engendra violencia, como se sabe; pero también engendra ganancias para la industria de la violencia, que la vende como espectáculo y la convierte en objeto de consumo”.
Me canso ganso que la violencia en el País sigue y seguirá sin poderse parar, y el ganso, por el momento en esta materia, está desplumado.
Tiempo al tiempo.