No se necesitaba ser profeta, tampoco haber venido del futuro (como Nicolás Maduro y Marty McFly) para predecir una ¿Tragedia?, como la ocurrida el 18 de enero en el ducto Tuxpan-Tula a la altura del municipio de Tlahuelilpan, a 100 kilómetros de la Ciudad de México.
Recordemos que en diciembre de 2010 tuvo lugar una explosión similar en San Martín Texmelucan, en el estado de Puebla, en la que 29 personas murieron, lo que era considerado la mayor tragedia en este rubro del robo de combustibles.
Comparto la condena sobre quienes dicen que de alguna manera estas personas se merecían morir, es poco falto de valores morales esenciales quien crea realmente eso.
Sin duda en el recuento de los daños estas personas serán recordadas como víctimas directas causadas por el robo de combustible. Eso es verdad, no creo encontrar entre el centenar de fallecidos y medio centenar de heridos a algún victimario.
Y como siempre, la maldición cae entre los más necesitados de ellos son las tragedias humanas, no de quienes disfrutan de los enervantes vapores del huachicoleo en su casa de playa o montaña o con sus escoltas o en aviones de lujo, no vi a ninguno de ellos caer muerto ahí. Ni lo veré.
En declaraciones a medios locales, el alcalde del municipio, Juan Pedro Cruz, indicó que tras reportarse la fuga llegaron al lugar elementos del Ejército mexicano, quienes acordonaron la zona y no pudieron controlar a una turba de 200 personas que rompieron el cerco y se hicieron del combustible.
Las tragedias se dan cuando existe presencia humana en donde no debería haberla, acantilados, playas, ríos, etc. cuando algún meteoro ocurre cerca de un río o la montaña, así han ocurrido a través de cientos de años y no representaba tragedia, hasta que asentamientos humanos ocuparon una zona que la propia naturaleza consideraba inhabitable, así con los temblores.
¿Podríamos llamar tragedia a lo ocurrido en Hidalgo, un lugar donde por simple instinto humano no debería haber gente?, donde si explota un ducto por fuga y no hay gente, pues simplemente, no hay muertes, no hay tragedia.
Ya el estigma de este sexenio, llegó marcado con la muerte de estas personas que encontraron en ese manantial una luz que acabó con su vida.
El gobierno tendrá que cargar con su responsabilidad sobre estos hechos y con el estigma de este acontecimiento que ya marcó su sexenio, vendrán los grupos oportunistas que pedirán justicia, indemnizaciones y veremos aún más miseria que los cuerpos ardiendo sin remedio en el campo.
Las malas decisiones, también cuestan vidas, no solo en el llano, también en la ciudad, también al combatir al monstruo, convirtiéndose en él.
Y como siempre, pasaremos del olvido al no me acuerdo y aquellas personas pasarán de la nota roja o la leyenda urbana de las 100 historias que encontraron su destino en esa zanja convertida en ciénaga, el hubiera, el anecdotario y después nada.
La tragedia del menesteroso es cotidiana, ancestral y Tlahuelilpan, Hidalgo, quedará marcado como un símbolo de nuestra propia miseria, en la hoguera del menesteroso, cabemos todos.
Tiempo al tiempo
@hecguerrero