Cada vez que alguien me visita en Toronto, surge la pregunta “¿dónde están los canadienses?”, pensando que los nacidos aquí son sajones, blancos y de habla inglesa. Incluso existe un término – que creo ha ido quedando en desuso-: minoría visible, refiriéndose precisamente a la gente que no es blanca sajona.
2023 ha sido un año récord en el crecimiento poblacional de Canadá, más de un millón de personas; motivado principalmente por la llegada de inmigrantes y refugiados. Por segundo año consecutivo la población total ha crecido en un millón de personas o más, lo cual tiene beneficios y daños a la economía, pero esencialmente ha ido cambiando el concepto de nacionalidad.
La respuesta que doy a mis visitas es, todos los que ves aquí, desde el blanco más blanco hasta el negro más negro, pasando por los rojos, los cafecitos y los amarillos, todos somos canadienses.
Y si hablamos de los derechos históricos, los blancos canadienses tampoco han salido bien parados; últimamente, ha habido una lucha de parte de los pueblos originarios indígenas en búsqueda del reconocimiento a sus derechos y al hecho de que ellos son los habitantes más antiguos de estas tierras.
Volviendo al tema del impacto de los recién llegados, los economistas consideran que por un lado están fortaleciendo la fuerza laboral y haciendo contra peso a una población donde la gente de la 3ª edad se ha triplicado en los últimos 40 años y seguirá creciendo más rápido que la gente de menor edad. Eso está impactando el producto interno bruto, pues esa parte de la población ya no genera riqueza (al menos en teoría). De ahí que países como Canadá sigan abriendo sus puertas a la inmigración.
Sin embargo, otro gran problema del país es la disponibilidad de vivienda, tanto en venta como en renta, ya no es un asunto solo de las grandes urbes como Toronto o Vancouver, y más recientemente la provincia de Alberta, sino de casi todos los rincones de Canadá. Se dice que algunos inmigrantes han decidido regresar a sus países de origen debido al alto costo de la vida.
Canadá está abierto a la inmigración legal, y hace solo unos meses el primer ministro Trudeau ratificó su meta de traer hasta 500 mil personas por año, pero la necia realidad ha estado duplicando esa meta, influenciada por los diversos conflictos globales en África y Medio Oriente. El más reciente el caso de la guerra en Gaza; donde siguen atrapados algunas personas con ciudadanía canadiense y sus familiares cercanos, algunos de los cuales ahora son elegibles a ser recibidos en Canadá… si logran salir con vida.
Pero más allá de los números, en este siglo el número de personas desplazadas de sus lugares de nacimiento es la más alta en la historia, eso está configurando un nuevo sentido de nacionalidad; ya no se trata de dónde naciste o dónde están tus raíces, sino de donde eres aceptado o logras hacer un modo de vida. Eso ocurre en Canadá, en Europa y en Estados Unidos. México vive una posición muy particular, al ser lugar de paso para millones de personas que buscan llegar a la Unión Americana; algunos de ellos acampando por largo tiempo cerca de la gran muralla, otros de plano prefieren quedarse en territorio mexicano.
En el caso de México, me parece que la cuestión de identidad nacional no es un problema, hay quizá mas una crisis de vislumbrar los caminos políticos hacia la derecha o un giro completo a la izquierda. Pero eso no lo hace inmune a los efectos y las decisiones del gobierno americano en torno al problema de los grandes movimientos migratorios. Se habla de nuevo de grupos civiles armados que están tomando el control fronterizo en sus manos. Uno de esos temas que no hace mucho ruido al interior del país. Y de la creciente presión por intervenir y manipular desde Washington las decisiones y acciones del gobierno de AMLO.
En esto del tema de la identidad nacional, no puedo dejar de mencionar -de nuevo- el asunto de la guerra en Gaza contra el pueblo palestino y el casi inexplicable apoyo incondicional hacia Israel… En las celebraciones navideñas, todas las lecturas bíblicas hablan de Israel, el pueblo elegido por Dios, y algunos católicos ven a esa nación hoy en día como “hermanos mayores”, pero ¿realmente lo son?
Cuando tuve la oportunidad de viajar a Israel, me di cuenta de la separación que ha hecho el paso de los siglos; la actual nación de Israel ocupa un territorio de forma forzada por potencias internacionales, y ellos no sienten ninguna conexión histórica o cultural con los cristianos, los reciben como turistas porque los lugares santos están en su territorio y les generan ingresos, pero no se sienten parte de la tradición cristiana en absoluto. Sin embargo, ahora con el conflicto contra Gaza, esa falsa creencia les ha generado el favor de mucha gente alrededor del mundo.
Otro conflicto de identidad nacional del siglo XXI… Después del idioma, el color, el lugar de nacimiento, viene el asunto de las creencias religiosas. El mundo está cambiando y no sabemos cómo serán las fronteras y la identidad nacional más allá de la globalización; y donde tantas cosas se mueven en la realidad virtual, el ciberespacio.