La Caravana de Migrantes, una ola humana que se ha desprendido desde Centroamérica hacia Estados Unidos, presenta, además de los temas propios de una avalancha de esas características, del análisis político y de las cuestiones legales, un difícil enfoque comunicativo.
La mayor parte de los medios se van por lo que es lógico: el dolor de las madres, de los niños en brazos, de la elemental necesidad de protegerlos y darles una esperanza. Eso está bien, pero no resiste el análisis de fondo en el que se entrecruza la violencia de las maras, la pobreza endémica de la región, las presiones estadounidenses, la anomia de las autoridades mexicanas, los grupos de presión (frente a las legislativas en Estados Unidos), la corrupción y un largo etcétera.
En estos tiempos en los que se exacerban los nacionalismos y los llamados nativismos (verbigracia el “Make America great again” de Trump), el enfoque que me gustaría encontrar en los medios sería el de la acogida a los migrantes, no como gobierno, sino como sociedad. Claro que habrá quienes se suman a este tipo de caravanas para huir de la acción de la justicia en su país o para hacerle daño al vecino. Creo entender que son los menos, pero los hay y eso debe ser motivo de inteligencia, cooperación y alerta.
Sin embargo, hay un factor humano que los medios deben resaltar en todo esto: los niños, las mujeres, los ancianos, los inválidos, los amenazados en su país… Con ellos no se pueden ejercer acciones puramente legales. Hay que acogerlos y después buscar, entre todos, la acogida de hermanos. Hoy por ti, mañana por mí. Sé que esto no es popular. Ni vende. Pero los medios tenemos que entender que somos una palanca fundamental para la nueva civilización. Porque el nuevo nombre de la civilización es la paz.