Desde la última década del siglo XX, cuando el municipio de Corregidora empezó a vivir la expansión urbana que hoy conocemos, y que tiene su mayor exponente en la zona de Candiles y Los Olvera, las nuevas familias que lo poblaron ya no eran fieles a la Virgen del Pueblito y menos a entregarle a sus hijos y nombrarlos en honor a la veneración. Cada vez hay menos Pueblitos en El Puebo
En Corregidora, el Pueblito esta condenado a desaparecer. Así lo indica la estadística histórica. De hecho, desde hace 30 años ha vivido un proceso de alejamiento gradual pero consistente que lo tiene a las puertas de la extinción, sólo asido por alguna familia que sigue fiel a la tradición y devoción.
Y es que prácticamente desde la última década del siglo pasado, cuando el municipio de Corregidora empezó a vivir la expansión urbana que hoy conocemos, y que tiene su mayor exponente en la zona de Candiles y Los Olvera, las nuevas familias que lo poblaron ya no eran fieles a la Virgen del Pueblito y menos a entregarle a sus hijos y nombrarlos en honor a la veneración.
Por eso, de acuerdo con las estadísticas del Registro Civil, desde ese momento se ha ido reduciendo prácticamente a cero la frecuencia con la que se registran a nuevos queretanos con el apelativo de ‘Pueblito’, una costumbre muy acendrada en la conurbación de Querétaro y Corregidora.
Aunque la historia es muy ilustrativa. La tendencia de los últimos 50 años ha sido a la disminución de los registros de niños y niñas en honor a la Virgen del Pueblito. Hasta la década de los años 60’s, al menos la mitad de quienes eran bautizados llevaban en apelativo ‘Pueblito’ en su nombre. En la siguiente década, la tendencia bajó al 40 por ciento. En los años de 1980 a 1990, se redujo dramáticamente al 10 por ciento.
Desde ahí, lo que antes era una costumbre se convirtió en una excepción.
Incluso, mencionar a quienes llevan el ‘Pueblito’ en su nombre por este apelativo, también ha entrado en desuso.
María Josefina del Pueblito es un ejemplo de ello. Sus nietos no sabían que ella se llamaba así. Siempre se han referido a ella como su ‘abuelita Josefina’. Por eso les sorprendió enterarse que su nombre completo era ese.
Y al enterarse de eso, también entendieron la razón por la cual existe la tradición familiar de caminar el tercer domingo de cada mes en una peregrinación matutina que parte de la plaza de toros Santa María hasta el santuario del Pueblito, a venerar a la Virgen del lugar, escuchar misa, comulgar, y posteriormente desayunar en los puestos de comida de los alrededores.
En su inocencia, ellos creían que lo hacían por ejercicio.
Sin embargo, en la familia esta tradición se remonta a dos generaciones atrás, a su abuela que era devota de la Virgen y -que igual que ella y su madre- fue dedicada a la deidad.
No obstante, la tradición familiar acabó en la tercera generación. Después de ella nadie en su familia, ni sus hijos, nietos o sobrinos lleva ya el nombre de la Virgen más queretana de Querétaro, algo que explica y reconoce como el cambio en las costumbres e intereses de las nuevas generaciones, donde -sin abandonar su fe- buscan nombres más comunes o de moda.
Aunque en el caso de José Pueblito, a quien nadie le dice su segundo nombre, la situación es distinta.
Este hombre de cerca de 60 años, corta estatura y complexión corpulenta, nadie se atreve a llamarlo ‘Pueblito’ porque sabe que no le gusta y no quieren poner a prueba el porque de su fama bien ganada como ‘fajador’ en la zona del Tepetate y las vías del ferrocarril.
Él explica que le pusieron ese nombre porque su madre era muy ferviente de la virgen del Pueblito y se lo encomendó. Incluso, era una obligación asistir cada año a las festividades que en honor a la veneración se realizan en el lugar.
Cuenta que su molestia no venía del nombre como tal, sino de la forma y el tono de voz con el que se lo decían; además, de que por ser el de más baja estatura lo querían sobajar, por lo que tenía que ganarse el respeto de algún modo.
Aunque no le molesta el nombre, que sin duda le mantiene permanentemente firme en la memoria el recuerdo de su madre, él es el último de la tradición en su familia. Ni sus hijos ni sus nietos lo llevan.