En medio de la cruenta batalla que enfrentan los carteles de las drogas por el territorio michoacano y que ha vestido de sangre principalmente, los municipios de la región de tierra caliente, el Papa Francisco, escribió una carta dirigida al Obispo de Apatzingán, en Michoacán, Cristóbal Ascencio García.
La misiva exhorta al párroco a no claudicar su lucha por restablecer la paz en la violencia que se vive en la citada región.
A continuación, el texto íntegro de la misiva:
A Su Excelencia Reverendísima Mons. Cristóbal Ascencio García
Obispo de Apatzingán
Querido hermano:
He tenido noticias de los grandes sufrimientos, causados por los violentos enfrentamientos entre bandas rivales de narcotraficantes, que afectan a los habitantes de las poblaciones situadas en el territorio de esa Iglesia particular que el Señor ha confiado a tu cuidado pastoral.
El clima de terror y de inseguridad que aflige a la población inerme es contrario a la voluntad de Dios; Él quiere que todos sus hijos e hijas vivan su existencia en un clima seguro, de serenidad y de armonía. En estos momentos difíciles quisiera hacerte presente y, por medio tuyo, también a los hermanos y hermanas del santo pueblo fiel de Dios que peregrina en Apatzingán, mi participación en sus penas y en sus angustias, así como mi oración al Señor Jesús, Príncipe de la paz, implorando les conceda la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento y la riqueza de los dones del Espíritu Santo, para que puedan ir adelante en la vida y ÉI los ayude a llevar sus cruces y sus sufrimientos, con mansedumbre, fortaleza y paciencia.
Puedo comprender el sentimiento de desánimo y la sensación de impotencia que los abate. Pero recuerden que no están solos, que el Señor es fortaleza y misericordia que nunca abandona a sus hijos; que la Iglesia es madre atenta y cercana a todos los que sufren. Jesús nunca dijo que el camino sería fácil, predijo pruebas y persecución, pero también que no faltarían las consolaciones de Dios. Es de gran consuelo saber que el camino no lo recorremos solos, Jesús camina perennemente a nuestro lado, sobre todo en los momentos de pruebas y de tribulación.
Además, Él está dispuesto a darnos siempre su paz. Pero sin olvidar que su paz supone la cruz, porque una paz sin la cruz no es la paz de Jesús. Los exhortó a que confíen en el Señor Jesús, a que no tengan miedo de contrarrestar la violencia, que tiene origen en el maligno, con el amor, la misericordia y el perdón, que brotan del corazón divino del Salvador.
Pido al Señor que convierta el corazón de los responsables de tanta muerte y desolación, y también que inspire a los encargados del bien común a comprometerse en la erradicación del crimen y de la impunidad, así como en la generación de espacios de trabajo digno y útil para la entera sociedad, especialmente para los jóvenes de esa tierra, que les permita salir de situaciones de pobreza y marginación, proyectarse hacia el futuro y no ceder a la tentación de adecuarse al circuito del narcotráfico y de la violencia.
Con estos sentimientos de cercanía fraterna, te acompaño en la oración, como a todo el santo pueblo de Dios que peregrina en esa nación. Por favor, te pido que reces y hagas rezar por mí.