«Seis décadas, 12 lustros, 60 años. He pagado tantas facturas en este tiempo, que esta noche me he atrevido a hacer algo que siempre me han dicho que no va: vestir cuadros con rayas…», de esta manera rompió el hielo el director Josué Quino; amante del teatro, así como de la lectura.
Quien en el patio de una casona antigua ubicada en Manuel Gutiérrez Nájera #22-A, reunió a familiares y amigos con dos motivos principales, celebrar su cumpleaños número 60, además del debut del «work in progress» de «Quinqué», un tríptico de desamor.
«Hoy inicio una nueva vida, hoy es extraño; recuerdo ser niño y decir con mi mejor amigo que los señores que caminaban con bigote eran unos viejos, ni siquiera pasaban de los cuarenta años. Hoy digo de todo corazón, me siento de maravilla».
Previo a la presentación esperada – que por cierto sorprendió a los asistentes, pues había sido anunciada una lectura dramatizada, sin embargo se presentó un fragmento de una puesta en escena inspirada en lecturas de tres destacados autores del mundo literario-, el director narró pequeñas historias que marcaron su vida.
La primera tiene que ver con Gabriel García Márquez, a quien conoció en los años 80´s de manera inesperada en un bar, «Yo temblaba, no sabía que decir o hacer, saqué un bonche de libros y solo pedí que me los firmara».
El siguiente en lista fue Juan Rulfo, al que casualmente logró saludar mientras el escritor avanzaba en su vocho color rojo, «Macario es una historia que me atrapó por completo, años después de la secundaria me reencontré con este personaje y tiempo después estaba viendo de frente al autor».
Para finalizar, habló de manera coloquial con la audiencia sobre Héctor Lastra, escritor argentino, de quién Josué fue inmerso en su lectura al encontrarse en el suelo un libro en el Parque San Fernando, «En sus páginas me encontré a un brujo más que interesante; tan solo tuve que leerlo una vez para decir, esto es teatro».
De esta forma dio paso a la interpretación de un juego de líneas, luces, expresiones y actuaciones de jóvenes estudiantes del EMPA (Escuela Multidisciplinaria Profesional de Actuación), que después de una serie de presentaciones en el Sótano Teatro, experimentaron la pertenencia a una compañía independiente.