Cuando el mundo pensaba que lo peor de la pandemia había pasado, llega Omicron, que más que una ola, se considera un tsunami… Mientras que la variante anterior, Delta, duplica casos en 30 días, la nueva mutación del Covid 19 los duplica en 2 días.
Una de las razones por las que esta pandemia sigue y sigue, a diferencia de otras anteriores, es la gran movilidad humana de este siglo. Mucha gente se desplaza por todo el planeta, ya sea viajando por vacaciones o negocios, o los desplazamientos de gente que deja sus lugares de origen en búsqueda de mejores horizontes, ya sea como emigrantes legales, ilegales o refugiados.
Yo tuve la oportunidad de viajar, digamos “entre olas”, justo cuando el turismo mundial se empezaba a reactivar después de año y medio de fronteras cerradas, y poco antes de la explosión viral de Omicron.
El destino fue Islandia un lugar exótico y fascinante, localizado dentro del circulo ártico, una isla al norte de la Gran Bretaña, formada por material volcánico y partes cubiertas en glaciares. Situada justo donde se juntan las placas tectónicas norteamericana y Euroasiática.
Viajar en estos días es muy complicado por las diversas medidas sanitarias de cada país. Para entrar a Canadá se debe presentar una prueba de PCR negativa, hecha menos de 72 horas antes del vuelo, y llenar un largo cuestionario de salud en línea. Igualmente, para entrar a Islandia hay que presentar una prueba rápida de antígeno y también llenar un cuestionario en línea.
Llegando por primera vez a mi hotel en Reikiavik, quería registrarme pronto y dejar maletas en el cuarto para tomar el autobús del primer paseo. El joven encargado de recepción, que fue de gran ayuda, resultó ser originario de Palestina, y me contó que su mamá vivía en Texas, y ella veía la situación de los mexicanos que cruzaban la frontera con Estados Unidos; coincidimos en que se parece a la relación entre Israel y la gente de Cisjordania (Palestina), que habitan un territorio también dividido por un muro.
Otro día, en el mismo hotel, conocí a una chica en recepción, originaria de Venezuela, que vivió en España y terminó mudándose a Islandia. En otra ocasión, en un mini super encontramos que estaba atendida por dos jóvenes de raza negra, muy probablemente provenientes de África.
En esa tierra fundada hace siglos por los vikingos que, en plena Edad Media, ejercían un gobierno parlamentario, mientras Europa era gobernador por reyes, es una sorpresa encontrar comida y bebidas mexicanas. De paseo por el bello centro de la ciudad, ya con adornos navideños, nos topamos con un pequeño restaurante que ofrecía comida libanesa, autenticas pizzas italianas, burritos, vino europeo y refrescos Jarritos.
¿Cómo y por qué llegan a este retirado confín del planeta productos mexicanos? Es otra prueba de la intensa movilidad de gente y mercancías por todo el globo, parte de la globalización.
Y otra grata sorpresa fue encontrar en una estación de autobuses, antaño sucia y fea -leímos por ahí- convertida en un moderno centro de comida rápida, donde no solo pudimos degustar un pescado islandés presuntamente mejor que el salmón, helados italianos, pastelería noruega, y auténticos tacos mexicanos. No podía dejar de probarlos, y me enteré que el encargado del negocio era mexicano, de Guanajuato.
Parece increíble que en esas tierras donde en el verano no se oculta nunca el sol y en el invierno la luz del día solo dura solo unas pocas horas, haya gente de tantas partes del mundo.
El viaje me permitió ver de primera mano cómo Covid ha afectado literalmente a todo el planeta, además de vivir las medidas sanitarias antes narradas, de oír comentarios en el hotel de europeos quejándose del uso obligatorio de los cubrebocas, lo complicado que fue tener sus pruebas a tiempo y la necesidad de tomar distancia social.
Para volver a Canadá, tuve que hacer otra prueba de PCR y llenar un formulario. Al dejar el hotel nos comentaron que nuestro tiempo fue perfecto, que estaban por imponer a cualquier visitante permanecer unos días en cuarentena al entrar a Islandia.
Al aterrizar en Toronto, el paso por inmigración fue complicado, habían llegado varios vuelos probablemente de India y del Medio Oriente, las filas eran enormes y -quizá no tanto para mi sorpresa- de toda esa gente llegando a Canadá, muchos pasaron directo a la oficina donde se registran los inmigrantes que vienen a quedarse en este país de forma definitiva.
Volvemos a mi punto, en este siglo mucha gente se desplaza por todo el planeta y más allá de las repercusiones económicas, políticas y sociales, en estos momentos, ése es otro de los detonadores de la reincidencia y la prolongación de la pandemia.
México no es la excepción. Algunos pensaran que por razones económicas no mucha gente viaja al extranjero, pero no olvidemos que el país es uno de los más importantes centros turísticos del mundo que recibe, casi sin condiciones ni restricciones, millones de visitantes cada año. Además, el constante flujo de gente foránea de camino hacia la frontera norte, no únicamente provenientes de Centro América, sino del Caribe y aun de lugares tan lejanos como África y Medio Oriente, que se han sumado a las famosas caravanas.
Si bien los científicos han dicho que la nueva variante del Covid parece menos letal (en especial para los vacunados), el volumen que genera de personas contagiadas esta presionando a muchas naciones a tomar medidas extremas para contener su propagación. Un problema adicional es que, tras casi de 2 años de pandemia, muchos médicos y enfermeras están dejando las filas laborales y otros están aislados porque ya están contagiados; dejando a hospitales sin personal suficiente para atender la nueva marejada de pacientes que se viene. ¡No podemos bajar la guardia!