Qué tan complicado puede ser pintar una barda de amarillo, o un auto, o un trasatlántico; sin duda tiene su grado de complejidad y algún experto tendrá que hacerse cargo del tema según lo que el cliente pida para tal efecto.
Y ya entrados en detalles de “manitas de gato”, pintar la información periodística de amarillo aparentemente se ha convertido en la actividad favorita de los pseudoperiodistas, y en el deporte preferido de quienes políticamente quieren mandar mensajes alarmantes al grueso de la población solo para denostar o confundir.
Algo de razón tenía Don William Randolph Hearst, considerado precursor del periodismo sensacionalista o amarillista, cuando en su afán de rescatar de la quiebra al célebre periódico The San Francisco Examiner, hizo hasta lo imposible por vender rápidamente el contenido de su edición exagerando los detalles y las gráficas de cualquier hecho público que alarmantemente llamara la atención de los ciudadanos de E.U.
Ahí fue cuando en su momento, tomó forma la comunicación populista y manipuladora que tomaba un evento real para deformar su interpretación y enfoque, haciendo menos a la base del periodismo que es la nota informativa, en la que definitivamente no se debe calificar y solo hay que describir lo que sucede sin exagerar los detalles.
Si bien es cierto que Hearst creó -por el momento- uno de los productos de consumo más exitosos entre la población, también es cierto que no todos los medios de comunicación saben manejar adecuadamente el contexto de la información de tipo escandalosa, y que hoy en día se usa como herramienta de miedo y convencimiento entre la clase política.
Refirámonos entonces a los hechos violentos que semana a semana ocurren en nuestro país, y analicemos con la cabeza fría para hacernos solamente dos preguntas: ¿Qué tan bien estamos informados de lo que sucede a nuestro alrededor? y ¿Nuestros medios de comunicación y autoridades realmente están diciendo qué pasa en este escenario?
Y me refiero a los hechos violentos porque por desgracia hoy es “el pan nuestro de cada día”, pero el sensacionalismo no solamente existe en ese escenario, sino en la vida privada de muchos famosos y también en la exhibición pública de los sentimientos de muchos actores sociales.
Es por eso muy fácil deducir que en el contexto de la vida diaria y de los objetivos políticos de varios actores, ser amarillista o sensacionalista vende más por la facilidad con la que la población alimenta su morbo o trata de palear su miedo.
Vender sangre o escándalos es muy sencillo si se quiere obtener un resultado rápido de la conducta de la colectividad; sin embargo, la opinión pública no se basa en medir qué tan asustada o curiosa está la población, sino en la capacidad de decidir qué contenido se quiere consumir aunque éste no sea de tan buena calidad.
De aquí la importancia que tiene diferenciar a los medios de comunicación que son sensacionalistas y los que no lo son, para que al final del día el ciudadano tenga la capacidad de decidir sobre qué bases quiere construir su opinión, y que también pueda decidir la cantidad de información negativa que desea consumir.
Cierro con el hecho del fin de semana donde un grupo de hombres con armas de fuego entraron a un restaurante de barbacoa en San Juan del Río, y ahí decidieron quitarle la vida a una ciudadano que aparentemente era el dueño del lugar.
Y cito este ejemplo por la cantidad de versiones que han surgido de este hecho basadas en la dureza de los acontecimientos, y teniendo en cuenta que en Querétaro este tipo de acciones no se ven con frecuencia, le toca a usted querido lector decidir qué enfoque le quiere dar a este hecho que ha conmovido a la opinión pública.
“Dependiendo del sapo es la pedrada”, o que es lo mismo, dependiendo dónde leyó usted esta noticia, es el enfoque que seguramente le dará, así que por favor sea cuidadoso y no se quede con una sola versión porque en este tipo de escenarios es más fácil concluir como versa el dicho: “A río revuelto, ganancia de pescadores”, por eso entonces ¡Hablemos de Comunicación!