‘El que a hierro mata, a hierro muere: Sabiduría popular
Fernando Paniagua
La semana que concluye escuché muy insistentemente a un sector de la población impulsar la idea de llevar a juicio a los expresidentes de la República y, para ello, ese sector estima, como lo ha sugerido el inquilino de Palacio, que la mejor manera es consultar al pueblo para conocer si los ex titulares del Poder Ejecutivo federal debían ser sometidos a un juicio.
Más allá del método; hoy hay quienes intentan recabar firmas para apoyar una consulta popular a realizarse, presumiblemente en junio del año próximo el mismo día de las elecciones intermedias, me preocupa el desdén por la legalidad.
“Es que es necesario que esos cabrones paguen por lo que hicieron”, me dijo un férreo, pero sumamente ignorante, seguidor del inquilino de Palacio.
Veamos: ¿a quiénes se refieren con ‘esos cabrones’? A los expresidentes me responderán algunos. ¿A cuáles ex presidentes? Les respondería yo.
Más aún, les preguntaría ¿Qué fue lo que supuestamente hicieron? Y aquí las respuestas pueden ser tan variadas como personas respondan, desde traición a la patria, saqueo a las arcas públicas, corrupción, incluso podría caber el término genocidio, si se logra encuadrar el delito con la llamada guerra contra el narco de Calderón.
Pero, olvidan quienes impulsan el ‘juicio a los expresidentes’ que para que alguien sea juzgado, debe haber una acusación directa, clara y específica que encuadre en alguna conducta ilegal y que, además, es necesario contar con pruebas, que debe haber una investigación.
Si aceptamos la estólida idea de que cualquiera puede ser llevado a juicio por que ‘el pueblo’ lo pide; entonces caeremos en lo que cayeron los franceses que en 1789 iniciaron la revolución francesa.
Si tienen memoria de sus clases de secundaria, podrán recordar que la Revolución Francesa representó, a grandes rasgos, el fin de un mundo encarnado por Luis XVI y su esposa, María Antonieta, ambos muertos bajo la guillotina; el instrumento de ‘justicia’ de los revolucionarios franceses.
La guillotina revolucionaria permitió poner fin a una larga época de opresión del pueblo por los reyes y la aristocracia; sin embargo, al mismo tiempo inauguraron el denominado “Reino del Terror” que gobernó Francia de forma autocrática, lo que sumió a Francia en un período de persecuciones políticas, incertidumbre generalizada y continuas ejecuciones por traición, sedición, conspiración, entre muchos otros crímenes y era liderado, entre otros por Maximilien Robespierre.
La guillotina, en la que murieron miles de personas fue un símbolo de ruptura total con el pasado absolutista y la monarquía, como lo pretenden ahora con el juicio a los expresidentes.
Robespierre, de ser un ferrero partidario de la abolición de la pena de muerte, pasó a impulsar el uso de la guillotina para ‘purificar’ el régimen y defender a la República, llegando a considerar que estaba justificada, siempre y cuando el ejecutado fuese un “enemigo”. ¿Les recuerda el discurso de alguien todas las mañanas?
Bueno, pues el 28 de julio de 1794, Robespierre, acusado de dictador, fue conducido a la plaza de la Revolución (hoy plaza de la Concordia), en la que cientos de personas habían muerto durante los meses anteriores, y fue guillotinado junto a veintiún colaboradores. Sí, el instrumento que le ayudó a ‘gobernar’ Francia, fue el mismo que lo llevó a enfrentar la muerte.
Toda proporción guardada, el destino que hoy impulsa el inquilino de palacio a sus antecesores, podría ser el mismo que le espera en un futuro no tal lejano, pues, como reza el adagio que encabeza esta colaboración: ‘El que a hierro mata, a hierro muere’. Digo.
El último párrafo. Vi el informe, escuché el mensaje y concluyó. Le quedó grande el país. Les digo.
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