Israel Pérez Valencia | Catedrático
¿VALEN LO QUE CUESTAN?
La información sobre las nóminas de los políticos locales no es en sí un gran secreto de estado. Es accesible para cualquier ciudadano que tenga algo de tiempo e interés. No obstante, el conocer estas cifras –que muchas veces impactan si las ponemos en el contexto económico nacional– debería generarnos ciertos cuestionamientos. Por ejemplo, en términos de costo-beneficio ¿los políticos valen lo que cuestan? ¿Generan los resultados que espera la ciudadanía? ¿Y qué pasa cuando no entregan buenas cuentas? En muchas empresas, en incumplimiento a las expectativas establecidas con los empleados implica sanciones económicas ¿por qué no hacer lo mismo con ellos?
Creo que el punto no es el indignarnos nada más cuando lo indica la opinión pública, sino exigir como ciudadanía un ajuste salarial, que se apegue a lo planteado por el virtual presidente electo Andrés Manuel López Obrador, en el sentido de que ningún funcionario deba ganar más que el primer mandatario, es decir, 108 mil pesos mensuales. A ver si no salen también con que “si me bajan el sueldo voy a robar”, como ya amenazaron algunos.
Enrique Paniagua | Creativo
De acuerdo al contexto y como ciudadano, pienso que nuestro alcalde es un ladrón, soberbio y además, con suerte. Además de ensimismado cocoliso talegón asnúpido. Y como insultar debería ser un arte y sé que hay maneras más elegantes para hacerlo; lo considero llamón, yoyo, sinvergüenza; porque el objetivo es insultarlo y probar que se puede hacer con propiedad.
Esta colaboración tiene varias funciones: primero, me sirve de ejercicio constante en la práctica de la escritura; segundo: es una especie de biografía ciudadana; y tercero: es un anecdotario que pretende compartir cuestiones personales que de alguna manera ayuden a los que quieran saber por qué uno hace lo que hace, y cómo uno lo hace. Pueden funcionar como motivaciones personales o asesorías profesionales. Y bueno, por último, también es una manera creativa de ejercitar mi ojo con la vida cotidiana, y de auto-terapearme constantemente sentado en el diván de mi compu pensando que pueden venir mejores cosas no sólo para mi ciudad, para mi hermoso país.
Saber las intenciones del tiempo invertido en este texto, así como la cantidad de tiros que me quedan, hacen que quiera ajustar parámetros, revisar cronogramas y por supuesto tener más cuidado en el uso de mis palabras (sarcasmo).
Yo digo que tengo más talento pa’escribir que pa’gobernar, por eso soy escritor, pero eso sí, soy práctico y trato de ser sistemático con los proyectos a los que les dedico tiempo, también el echarle muchos huevos a mi trabajo algo habrá de compensar, porque cuando le chingas y das ejemplo no tienes que gritarlo o ponerlo en espectaculares o hacer comerciales de $2 pesos para pagar pautas en el cine o televisión para querer engañar al ciudadano de a pie; porque debo decírtelo, “estimado” Marcos Aguilar, desafortunadamente para ti, la gente en Querétaro, ni te quiere ni te estima y mucho menos le interesa ver cómo te chingas su dinero.
Manuel J. Solís | Productor
Me parece que el asunto de la transparencia institucionalizada es uno de los mayores actos circenses del México actual, y para muestra un botón: Una técnica muy socorrida por los gobiernos municipales y estatales es el de poner en sus sitios web una transcripción de la Ley de Trasparencia que los rige, y en los lugares en que la ley los obliga a publicar datos, crean un link a documentos en formatos confusos y difíciles de leer. ¿Cumplen con su obligación legal? No, pero pueden presumir que sí, y que los datos están ahí, aunque sean incomprensibles.
Ya puedo ver la respuesta de los porristas del alcalde: «Si la nómina es secreta, ¿Cómo pudieron encontrarla en internet?», lo que demostrará su poca imaginación, y la incompetencia de los encargados de ocultar esta información.
Me parece digno de oprobio que existan estas tácticas, y que sean llevadas a cabo de manera tan burda. Pero un día habrá mecanismos para que la transparencia sea una realidad: llegará (no sé cuándo) un gobierno que decida hacer las cosas bien, en que podamos conocer cómo se administran nuestros recursos, y que no se avergüence de presumir el pago total de una deuda, que termina siendo un crédito a 10 años.
Lo único que me da gusto es saber la reacción que todo esto tendrá en algunas oficinas del Centro Cívico. Las juntas de emergencia, las llamadas telefónicas que terminan en gritos y los regaños. Este pastel lo prepararon, lo hornearon y lo sirvieron, es tiempo de que le den una buena cucharada.