Entender la elección presidencial mexicana pasa por una palabra: pragmatismo. No es una ideología nueva, pero sí la de moda.
Hay que olvidarse de categorías de análisis político anticuadas, sepultar las declaraciones de principios y los programas de acción.
La preferencia por lo práctico o útil (como define la Real Academia) es el común denominador de los partidos políticos y sus (pre)candidatos.
Así vemos que el PRI, uno de los dos partidos políticos mexicanos integrantes de la Internacional Socialista -organización que “sigue defendiendo la socialización y la propiedad pública en el marco de una economía mixta”-, critican propiedad pública cuando la proponen sus adversarios políticos. (Ver )
Así, el PRD se alía con el PAN aunque en su declaración de principios aún reprocha que con “desvío de recursos… nos arrebataron los triunfos mediante el fraude” en las elecciones de 1988, 2006 y 2012.
Así, el PES que en su declaración de principios reprocha que “la izquierda hoy polariza, divide, confronta, es un espejo de su propia realidad interna”, termina aliándose con un partido tachado de izquierda radical: Morena.
¿Incongruencia, cinismo, traición ideológica?… pragmatismo.