Espero que en el transcurso de escribir estas líneas y ser publicadas, la lista de periodistas asesinados este año –nueve hasta el 21 de septiembre, de acuerdo con información del Comité de Protección a los Periodistas—no se haya engrosado.
El último en caer bajo las balas del terror y de la intransigencia fue Mario Gómez, periodista de El Heraldo de Chiapas, asesinado el viernes 21, cuando salía de su casa en el municipio de Yajalón.
A Mario, quien ya había puesto una denuncia en la Fiscalía General del Estado de Chiapas sobre amenazas de muerte que pesaban sobre él, le dispararon a quemarropa dos sicarios, quienes huyeron del lugar “sin dejar rastro”. Obviamente, las autoridades policiacas no tienen ni idea de quién pudo haber cometido este crimen.
México ha sido considerado como uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo. Nuestro país –qué horror—se encuentra al mismo nivel que Siria, según un informe de Reporteros Sin Fronteras (RSF), quien además cifra en 21 los periodistas actualmente desaparecidos.
Las investigaciones que ha hecho el colectivo Artículo 19, con oficinas en México, han mostrado que 96 por ciento de las desapariciones se ha identificado un antecedente de la cobertura informativa relacionada con temas de corrupción y de seguridad.
El pasado 29 de agosto había sido encontrado el cuerpo de Javier Rodríguez Valladares, camarógrafo de Canal 10 de Cancún. Como Mario, también fue asesinado a tiros. La Fiscalía de Quintana Roo había descartado en un inicio que su muerte fuera «un ataque directo a la libertad de expresión» porque, según ellos, “estaba fuera de su horario laboral y no portaba uniforme”.
O sea, para que se considere ataque a periodista, éste debe traer pluma en mano y libreta en la otra. Chaleco con identificación del medio y, supongo, algún tipo de credencial que indique a los sicarios que si lo matan están matando el libre ejercicio de las ideas. Como si les importara un rábano.
Lo peor es que ya nos estamos acostumbrando. Si no es que ya estamos acostumbrados a este hecho que en cualquier otro país sería motivo de escándalo nacional.