El prestigioso jugador de ajedrez, Andre Philidor dijo que “los peones son el alma del juego”. En este juego de estrategia, se puede cometer el error de dar muy poca atención a los peones, sin considerar que es justamente esta pieza quien abre en la mayoría de las veces un camino al triunfo y que cualquiera de ellos puede convertirse en dama, que es la figura más poderosa del juego.
Esta lección estratégica, ha sido ignorada durante estas campañas por varios partidos políticos, pero en dos partidos es evidente el sacrificio de la base de militancia.
Muchos de los que hoy ven al resto de los militantes desde una candidatura o una dirigencia, los ven para abajo e inclusive acusan de traición a aquellos que han decidido apoyar a los candidatos rivales por varios motivos: el resentimiento, el no sentirse representados en un proyecto o simplemente porque les cerraron en la cara, las puertas que habían abierto con su trabajo de base.
El chapulineo político no tiene más finalidad que la ambición personal de un individuo, pero cuando la ‘desbandada’ es generalizada y ocasionada con el descontento de las estructuras, hay un tema de descuido y desprecio por el militante de a pie, ese que colgó lonas, que llevó a los vecinos a votar y que le talacheó por el partido.
En Morena, la lista de liderazgos que decidieron abandonar al partido empieza a crecer a menos de un mes de la jornada electoral: Algunos de los perfiles son la regidora Pánfila Rosas Montero, el fundador de Morena en Querétaro Luis Máximo Reyes y recientemente la candidata a la regiduría síndica en El Marqués, Ana Laura Vallarino, quienes representan una estructura quizá de miles de votos.
No solo abandonaron a Morena, sino que todos ellos se sumaron a apoyar las campañas de Acción Nacional con Mauricio Kuri, Luis Nava, Roberto Sosa y Enrique Vega.
Podrán acusarlos de falta de identidad y de principios pues la filial política solo es comparable con la identidad futbolística: Los de mi edad, imaginamos a la estrella portuguesa del Barcelona, Luis Figo fichando por el Real Madrid.
Le podrán decir lo que quieran, pero una institución le cerró las puertas y la institución de en frente se las abrió. En Morena la designación de candidaturas fue la verdadera traición y en otro lado encontraron lo que no les dieron en casa: reconocimiento.
Pero si de desencanto con un partido político hablamos en Querétaro, el gran tema será en el Revolucionario Institucional.
Visiblemente, la estructura del PRI se ha debilitado a pesar de los intentos por pegar los fragmentos de última hora. El daño hecho desde el 2015 al partido y el abandono que sufrieron sus militantes jugará en contra el próximo 6 de junio.
Sin tener que comprobar estas líneas porque su salida del partido ha sido pública, está Manuel Pozo Cabrera quien ahora trabaja en campaña para el PAN como candidato a diputado local, la dupla de Mariana Ortiz y Erik Gudiño Torres, quienes ahora manejan la cúpula de Fuerza Por México –y consiguieron su objetivo de desterrar a los Aguilera- y en el mismo partido a Jesús Llamas quien encabeza la candidatura a la alcaldía, pero que más que eso, representa una parte de la base sindical que manejaban los tricolores.
Mención aparte, merece Bety León, quién hace un par de años le aventó su carta de renuncia al partido y hoy como candidata de Movimiento Ciudadano a la gubernatura está haciendo una campaña decorosa que también ha arrastrado a varios desencantados.
Recientemente el ex diputado y ex candidato a la alcaldía de San Juan del Río, quien hasta hace unos días operaba para que el PRI fuera competitivo en este municipio, anunció también su separación del partido y su respaldo para Mauricio Kuri y Roberto Cabrera.
Se presentaron dos fenómenos. El primero es que no hubo la operación cicatriz que esperaba el priísmo con Paul Ospital, sino todo lo contrario. El nuevo mandamás del partido, pecó de soberbia al confiarse en una base que estaba totalmente desgastada y a quienes no se les ofrecieron oportunidades para este proceso electoral.
Ahí vino la otra cara de la moneda, en Acción Nacional vieron la oportunidad de afianzar su ventaja competitiva y decidieron ir por todos los desencantados que dejaba en el camino la postura del PRI, con el objetivo de que no fueran atraídos por Morena, que hoy por hoy es la única amenaza para los azules.
Ospital minimiza las salidas de militantes, pero de qué tamaño es el daño a la estructura de operadores y liderazgos en el tricolor. Miles, y no pocos miles. ¡120 mil priístas abandonaron el barco! De acuerdo a lo que presumen los datos de fuentes del Comité Estatal de Acción Nacional.
Con esa cantidad se habría podido registrar sin problemas un nuevo partido político –Dios guarde la hora- y la cosa sigue, se ve difícil que los priístas alcancen a Morena y más bien, debería de existir preocupación por afianzar la 3era fuerza, ante el embate de los partidos que fortalecieron con el abandono de sus perfiles como Fuerza por México, Movimiento Ciudadano y hasta de Encuentro Solidario.
De ninguna manera esto significa que el PRI esté muerto -ese decreto deberá de darse hasta después de la jornada electoral- simplemente significa que deberá competir con lo que le quedó luego de 6 años de turbulencia y veremos si será suficiente para los objetivos trazados.