La calificación crediticia de PEMEX fue puesta con un pie en el abismo por Fitch Ratings a finales de enero de 2019.
Sin embargo, la posición de la calificadora frente al plan de refinación resulta ambigua.
“México es un importador neto de combustibles líquidos como resultado de una disminución continua de producción”, reconoce la calificadora.
La petrolera “depende de la importación de productos básicos de petróleo, incluyendo gas seco, productos petrolíferos y petroquímicos, para abastecer la demanda local”.
Durante 2018, Pemex importó aproximadamente 70% de la gasolina y diésel vendidos en México.
Además, advierte que parte del problema del deterioro de la posición financiera es la continua sangría de fondos de la empresa hacia el gobierno federal y las pocas transferencias en sentido opuesto.
Sin embargo, la receta de Fitch es mantener los precios de las gasolinas y fortalecer las exportaciones de crudo en lugar de disminuir las importaciones.
“La calidad crediticia individual de Pemex también puede seguir deteriorándose como resultado de un cambio en la estrategia que incremente significativamente las inversiones en refinación o afecte los precios de realización de las ventas locales”.
Malo si mantiene las importaciones de gasolinas en los niveles actuales, malo si distrae inversiones en producción de crudo para reducir las importaciones de petrolíferos. Refinar o no refinar. He ahí el dilema.