Las propuestas en democracia están sobrevaloradas. Influyen poco al momento de ir a votar.
La literatura en ciencia política les otorga un papel fundamental, pero en la práctica nadie se levanta el domingo de las votaciones diciendo “la propuesta del Candidato X repercutirá un en desequilibrio de las finanzas públicas”.
En realidad no votas únicamente con la cabeza; también votas con el corazón, con el hígado o con aquel órgano donde resida el miedo.
La administración pública es aburrida, árida, gris, lenta. Los aspirantes deben motivarte para que les permitas acceder a ella.
Por eso, las propuestas que escuchamos son en realidad un vehículo para generar emociones, con una pincelada de racionalidad, con una pizca de viabilidad o verosimilitud.
Apelarán a lo que más quieres o necesitas: tu familia, tu fuente de ingresos, tu tranquilidad.
Buscarán generar esperanza, entusiasmo para la causa propia; miedo o enojo hacia los adversarios.
¿Qué emociones están generando los precandidatos y sus “prepropuestas” en las precampañas en curso?
Cada quien hablará por el sentimiento que recuerde de la última vez que fue a la feria.