Como decía la abuela, «las buenas intenciones llenan los panteones», una advertencia sobre cómo los sueños y promesas pueden ser solo eso: ilusiones sin sustento.
La estrategia de seguridad de Claudia Sheinbaum, donde las palabras de esperanza y cambio contrastan con la dura realidad de la violencia que vive el país.
A pesar de su afirmación de que “va a funcionar porque vamos a trabajar en conjunto”, el incremento de asesinatos y la presencia omnipresente del crimen organizado demuestran que, aunque la intención de construir un México más seguro es loable, la ejecución ha dejado mucho que desear. En un país donde los panteones se llenan no solo de cuerpos, sino de promesas rotas, se hace evidente que sin un enfoque pragmático y efectivo, incluso las mejores intenciones pueden llevar a un inevitable y trágico desenlace, como lo fue el sexenio pasado.
Claudia Sheinbaum, en su reciente presentación de la estrategia de seguridad, parece más un mensaje proselitista que un reflejo de la realidad de nuestro país que viene saliendo, por decirlo así del sexenio más violento de la historia, un país que enfrenta niveles alarmantes de violencia.
Aunque la intención de su propuesta es abordar las causas sociales de la violencia y no limitarse a una respuesta militar, los resultados hasta ahora han sido más que decepcionantes.
La creciente militarización de la seguridad en México, un rasgo distintivo del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha sido objeto de preocupación. La Guardia Nacional, concebida como una fuerza civil para la seguridad pública, ha sido subordinada al Ejército.
Durante su discurso, Sheinbaum afirmó que “es fundamental que el Ejército y la Guardia Nacional estén en la calle” para brindar seguridad, pero eso no solo no ha logrado disminuir la violencia, sino que ha generado un clima de desconfianza y miedo en la población.
Ejemplos hay racimos, pero sin duda el asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos Catalán, apenas una semana después de asumir el cargo, pone de manifiesto la ineficacia de las estrategias de seguridad del gobierno.
Este hecho trágico se suma a una lista creciente de ataques a funcionarios públicos, a pesar de que el ahora fallecido alcalde, solicitó seguridad que nunca llegó.
“Estamos enfrentando al crimen organizado con determinación”, declaró en su discurso, pero la realidad es que muchos de estos crímenes ocurren en zonas donde el control del estado es prácticamente inexistente.
La situación en Guanajuato, donde el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Santa Rosa de Lima se enfrentan en una lucha territorial, ha resultado en una escalofriante ola de violencia. En un solo día, el 6 de octubre, se reportaron 13 asesinatos, lo que demuestra que el clima de inseguridad se ha normalizado. La incapacidad del gobierno para frenar esta violencia es evidente, pues el problema no es la violencia por si misma, sino la falta de una estrategia clara para abordarla.
La situación en Sinaloa, es igualmente preocupante. La región ha sido testigo de un aumento dramático en los enfrentamientos entre bandas criminales, con más de 197 asesinatos reportados hsta el día de ayer.
Durante su presentación, Sheinbaum intentó mostrar un enfoque optimista, afirmando que “el camino para la paz es el camino que hoy estamos proponiendo”, pero estos enfrentamientos continúan poniendo en duda la efectividad de cualquier estrategia presentada. Los medios internacionales, como The Guardian, han destacado que México se encuentra en un estado de emergencia, con la violencia extendiéndose a regiones que antes eran más seguras.
O que tal el New York Times y El País, han señalado que la estrategia de seguridad implementada por el gobierno ha sido insuficiente. Los críticos argumentan que las tácticas de «abrazos, no balazos» de AMLO no han tenido el impacto deseado, ya que el número de homicidios ha permanecido alarmantemente alto, con más de 30,000 muertes relacionadas con el crimen cada año. A pesar de las promesas de Claudia Sheinbaum de fortalecer el enfoque nacional contra la violencia y de invertir en programas sociales, la realidad es que el aumento de la criminalidad continúa dejando una estela de dolor y desesperanza.
El enfoque de «abrazos, no balazos», que caracterizó la administración de AMLO, evidentemente no prosperó, y a pesar de que Sheinbaum asegura que “la paz se construye desde la base”, las políticas implementadas parecen estar lejos de ofrecer soluciones efectivas, pues la militarización no es la respuesta, hemos visto que en lugar de disminuir la violencia, ha alimentado una cultura de impunidad.
Por otro lado, en su discurso, Sheinbaum mencionó que «la participación ciudadana es clave para recuperar la seguridad», un argumento que, aunque resuena en un contexto ideal, carece de un plan concreto sobre cómo se implementará esta participación en un entorno donde la gente vive con miedo y desconfianza hacia las autoridades.
Según Human Rights Watch, la falta de confianza en las instituciones ha aumentado debido a la creciente violencia y la percepción de que el gobierno no tiene el control, lo que a su vez ha llevado a que muchas comunidades se sientan abandonadas.
La retórica de Sheinbaum y su promesa de que “va a funcionar” no aplica en un país donde la violencia no muestra signos de disminuir. La dependencia en un modelo de seguridad militarizado, combinada con un enfoque reactivo más que proactivo, ha dejado a la población vulnerable.
Sin un cambio significativo en la estrategia que integre no solo el uso de la fuerza, sino también políticas sociales que aborden las raíces de la violencia, México seguirá atrapado en un ciclo de inseguridad y sufrimiento. La comunidad internacional observa con preocupación, reconociendo que el impacto del crimen organizado no solo afecta a México, sino que también repercute en la seguridad regional y la estabilidad política del país.
La abuela solía decir que «las buenas intenciones llenan los panteones», una sabia advertencia que resuena en el corazón de México, un país donde los sueños de seguridad y paz se desvanecen en la bruma de la violencia. Las promesas de Claudia Sheinbaum, aunque cargadas de optimismo, parecen un eco distante en un paisaje devastado por el crimen. En un país donde la sangre ha marcado el suelo y las palabras vacías se multiplican como sombras en la noche, se hace evidente que sin acciones concretas, incluso el deseo más noble se convierte en un lamento que clama en el desierto de la impunidad. La realidad de un México herido exige más que retórica; clama por un compromiso genuino y una estrategia que no solo hable de cambio, sino que lo materialice en un futuro donde la esperanza y la seguridad puedan florecer.
Tiempo al tiempo.