La brutalidad en el país ha llegado a su máximo histórico durante la presente administración de Enrique Peña Nieto, pues a poco más de un semestre de que concluya ésta, se ha convertido en la más sangrienta de la historia moderna de México.
Estadísticas del Sistema Nacional de Seguridad Pública indican que de diciembre de 2012 a febrero de este año las Procuradurías y Fiscalías estatales iniciaron 102 mil 327 carpetas de investigación por el delito de homicidio doloso y todos los días van en aumento.
De este modo, la administración Peñista, se perfila a convertirse en la más violenta de la que se tenga algún registro y el año de 2017, pasó a ser el año con más homicidios dolosos de las dos últimas décadas.
Esa violencia ha tocado a todos los estratos sociales, pero lo preocupante del asunto es que en las dos administraciones recientes (Felipe Calderón y Enrique Peña Nieto), la sangre ha corrido en los Ayuntamientos del país.
En dicho periodo, han sucumbido 122 Alcaldes, ediles electos y ex alcaldes, es decir desde 2006 a abril de 2018, han sido asesinados de la siguiente forma: 54 alcaldes en funciones, 9 alcaldes electos y 59 ex alcaldes.
La administración de Calderón, lleva a su cuesta el asesinato de 48 ediles: 15 ex alcaldes, 4 alcaldes electos y 29 alcaldes en funciones.
Sin embargo, el gobierno de Enrique Peña, a seis meses de concluir, ha permitido el asesinato de 74 alcaldes: 44 ex ediles, 5 electos y 25 en funciones.
La lista de alcaldes caídos, la encabeza el Partido Revolucionario Institucional con 55, le sigue el Partido de la Revolución Democrática con 29, el Partido Acción Nacional con 16 y 22 alcaldes de partidos pequeños e incluso independientes.
De acuerdo con la ANAC, la Asociación Nacional de Alcaldes, los estados donde más ha corrido la sangre de los ediles son: Durango, Puebla, Estado de México, Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Michoacán Veracruz y Tamaulipas.
En dichas entidades, la constante es que hay una atmósfera dominada por un bajo desarrollo institucional, presencia del crimen organizado y la falta de recursos para tener una por lo menos aceptable, Seguridad Pública.
Mientras tanto, los demonios seguirán sueltos y lamentablemente nadie en este país puede decirse que se siente seguro. Ni siquiera nuestras autoridades.
Tiempo al tiempo.