Bien se sabe que el presidente Andrés Manuel López Obrador es un experto en imponer, más que marcar, la agenda. Y para muestra, un dato: en los primeros 61 días que desde el inicio de su gobierno, en 30 se ha centrado el discurso sobre el combate al robo de combustible, el huachicoleo.
Es decir, que exactamente la mitad del tiempo que lleva gobernando, lo más relevante que se ha comentado en las conferencias mañaneras y en el discurso oficial –y de los medios– es el desabasto de gasolina, el llamado a la comprensión del “pueblo bueno”, la exhibición de los logros (presuntos ahorros de cientos de millones de pesos), los planes para corregir (el proyecto de traslado de gasolina por tren y por tierra, en vez de ductos) y los comparativos de cuánto representa este quebranto.
Y a esa inercia ha arrastrado también a los gobiernos estatales: Guanajuato, Durango, Jalisco, Estado de México y la propia Ciudad de México han centrado su trabajo y su discurso en el combate al huachicoleo. Sin duda, el problema es de dimensiones titánicas; sin embargo, no es el único.
En este tiempo, por ejemplo, no ha existido en la capital del país mayor atención a la creciente inseguridad pública, según los propios datos oficiales. Una situación particular, recientemente reportada, sobre todo en redes sociales, son los intentos de secuestro, con varios modus operandi, afuera de las estaciones del Metro. Tal vez sea tiempo de comenzar a revertir esa estadística y comunicar qué se está haciendo en los demás pendientes. Si los huachicoleros ya nos roban el combustible, que no nos roben la atención.
