* La oposición hace sumas y Morena hace cuentas mochas, y 2024 ya está cerca.
En 2024 quien gane la elección para Presidente de la República será el títere de AMLO o quien logre despertar suficiente esperanza para que vote el partido abstencionista.
Números publicados por el dirigente del PRI, Alejandro Moreno, muestran que la oposición, la real: PAN, PRI, PRD, MC, no podría triunfar sin un candidato que aumente la participación.
Aunque, Alito publica las estadísticas para hacer creer que no está matando al PRI, los números muestran un escaso interés ciudadano, especialmente por el tricolor.
La verdadera oposición no son los partidos sino los millones de ciudadanos disgustados, golpeados por las carencias en salud, empleo, educación y el mal gobierno.
Pero hacer que al menos dos terceras partes de estos millones de electores, que podríamos situar en 100 millones para 2024, salgan a votar, ya es una historia muy distinta.
En los seis estados donde hubo elecciones el 5 de junio la participación ciudadana fue poco menos del 46% contra la Lista Nominal y, Morena y satélites jaló más de la mitad.
Una sencilla operación aritmética muestra que Morena coacciona, engatusa, empuja o seduce a uno de cada cuatro votantes potenciales y la oposición a uno de cada cinco.
La democracia y la participación ciudadana es algo nuevo en México, porque en este país hubo elecciones creíbles a lo mucho hasta 1994, y realmente desde 1997.
Esto redunda en que muchos ciudadanos crean todavía que su vota no suma ni resta y que venderlo el día de la elección no significa que ellos mismos se condenen a la pobreza.
Incluso si la oposición real (que no incluye al PVEM) se cohesiona en torno a un candidato, lo que parece difícil en la hoguera de vanidades e intereses creados, el triunfo no será regalado.
Debemos esperar un proceso electoral complicado desde ahora, en el cual Andrés Manuel López Obrador se meta hasta el cuello y utilice tanto su poder político, como el presupuesto y a la delincuencia.
Un proceso electoral en el cual se golpeará lo más rudo posible al Instituto Nacional Electoral, se perseguirá a los posibles candidatos de oposición y se creará un clima de ingobernabilidad.
Aunque los llamados analistas políticos creen posible una elección real y que López acepte su derrota, mi idea es que, si el candidato oficial se ve complicado, el macuspano dará el zarpazo.
Y del oficialismo o la oposición sobran aspirantes a presidente, lo que no parece abundar son los que puedan crear en torno suyo una mayoría sólida que le diga al macuspano: «mejor no metas la mano».
Entre la oposición hay de chile, dulce y manteca, pero muy pocas pocos, tienden botas para charro y pueden ser tan buenos candidatos como capaces de asumir la presidencia en un país devastado.
Para dar un ejemplo, el peor candidato en 2018 era Pepe Meade, sin embargo, era el mejor preparado para ser presidente, mientras que AMLO era el mejor candidato y ha sido el peor presidente.
Entre los columnistas de hace años se decía: Mal candidato, buen gobernador y viceversa. Hoy Lilly Téllez o Luis Donaldo Colosio son buenos candidatos, pero…
Marcelo Ebrard, Ricardo Monreal, Enrique de la Madrid, no parecen ser capaces de hacer soñar al electorado, pero claramente tienen la experiencia y capacidad de hacer una buena presidencia.
En medio está Ricardo Anaya a quien López Obrador no dejará pisar territorio mexicano para que pueda registrar su candidatura y lo seguirá golpeando desde la fiscalía «independiente» que está bajo su mando.
Realmente deben ser los mismos aspirantes los que comiencen a moverse, se sometan a la prueba del «ácido colérico» y hagan que las dirigencias partidistas vean que ellos son más opción que sus siglas.
Porque por ahora los dirigentes y los aspiracionistas sin posibilidades, piensan que el cielo en cada ciudadano un votante les dio y sientes que ellos vencerán al masiosare…
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