Hace poco más de 20 años, cuando acabó la hegemonía priista a nivel nacional, el panismo ya había llegado al poder en México y se mencionaba que vivíamos una ‘autentica’ democracia, aunque en ese momento, por lo que realmente transitaba el país, era el inicio de las transiciones políticas, se registró un fenómeno interesante.
La autoridad federal, en aras de enviar señales de ‘cambio’ a la ciudadanía, tomaba decisiones sin consultar a quienes podrían afectar y sin socializar sus beneficios o sus consecuencias, lo que, junto a las heridas que dejó abierta su llegada al poder, generaban un caldo de cultivo ideal para una oposición férrea a los proyectos que la nueva administración federal pretendía emprender. Pongo el del Aeropuerto de Texcoco -el primer intento con Vicente Fox- como el más claro ejemplo de ese fenómeno.
En Querétaro ya habíamos vivido años antes un escenario de transición política en 1997 con Ignacio Loyola, quien debió también enfrentar resistencias y al que le costó trabajo aprender -algunas veces a la mala- que los proyectos se deben socializar y ‘planchar’ primero, antes de comenzar a meterlos a la discusión pública.
En fin, que en prácticamente toda nueva administración gubernamental se dan estos fenómenos dignos de analizar y que me he tomado el atrevimiento de llamar ‘La analogía del calcetín’. Me explicó.
Cuando un hombre se viste, por lo general lo hace en un orden determinado y hay prendas de vestir que, necesariamente, deben ir una primero que la otra; me refiero en concreto a los zapatos y los calcetines.
Esa combinación debe llevar un estricto orden de colocación, de lo contrario no funcionará. Si alguien que se está vistiendo, se pone primero los zapatos y luego los calcetines y, además, insiste en hacerlo en ese orden, terminará por arruinar los calcetines y, muy seguramente concluirá, tarde, que debió haberse colocado las prendas en diferente orden; sin embargo, para cuando entiende que debe corregir y colocarse primero el calcetín y luego el zapato; entonces el calcetín está arruinado y ya no sirve. Lo mismo pasa con los planes gubernamentales no socializados adecuadamente.
Eso sucede cuando un plan, proyecto o iniciativa, no se socializa previo a su aprobación y muchas veces termina por no servir para lo que se pretendía.
Eso ha pasado en la nueva administración estatal con temas como el segundo piso de 5 de febrero y el proyecto de regeneración urbana de esa vía o con el tema del reemplacamiento; la administración estatal, parece tener claro el camino que quiere seguir; sólo le falta afinar detalles por cuanto ve a la socialización de sus planes y ello no necesariamente pasa por el tema mediático, sino por el de la negociación y el diálogo político. Digo.
El último párrafo. El fin de semana pasado vimos una pobrísima manifestación de inconformidad contra el esquema de reemplacamiento emprendido por el gobierno estatal. Llamó mi atención que, entre los asistentes, se señalara al delegado de la Secretaría de Gobernación, Joaquín de la Lama, como uno de los organizadores del movimiento. Igual y el titular de la SEGOB, Adán Augusto López, podría tener una explicación de qué hacía su empleado en dicha movilización ‘ciudadana’. ¿No que no son iguales? ¡Les digo!
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