La simulación de la justicia ha sido una larga tradición sexenal en la política mexicana. Sus mayores exponentes -mas no los únicos- han sido dos líderes sindicales y el hermano de un ex presidente: Joaquín Hernández Galicia, “La Quina”, ex dirigente del sindicato de Petróleos Mexicanos, Elba Esther Gordillo, lideresa eterna de los maestros y Raúl Salinas de Gortari.
La práctica había consistido en anunciar con sonoro estruendo la captura de un pez gordo, a quien se le imputaban numerosos delitos. Se les quemaba como judas en domingo de resurrección y se les emplea como paradigma del compromiso del gobierno en turno en el combate a la corrupción.
Sin embargo, pasados seis años, por la puerta de atrás y de forma vergonzante para las instituciones mexicanas un juez concedía la libertad a los inculpados, la mayoría de las veces por una mala integración de los expedientes que se entregaban a los jueces y magistrados.
Los inculpados tal vez no recuperaron buena fama, que la mayoría de las veces la habían perdido antes de ser fotografíalos tras la rejilla de prácticas de un juzgado penal, pero con frecuencia recuperaron millonarios bienes inmuebles y cuentas bancarias de dudosa procedencia.
Visto lo visto, es de entenderse que haya escepticismo del final que tengan Emilio Lozoya Austin, el villano preferido del inicio de la cuarta transformación, quien ya fue inhabilitado como servidor público y buscado para comenzar procesos judiciales en su contra por presuntos delitos contra el patrimonio de Pemex, recepción de sobornos por parte de la empresa brasileña Odebrecht y lavado de dinero.
Por ello, uno de los aspectos clave de la nueva administración federal recae en el actual Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, quien tiene la obligación de ser cuidadoso y exhaustivo en la integración de las carpetas de investigación para que la cuarta transformación destierre los “quinazos” sexenales y haya justicia verdadera, no simulada.
Un nuevo caso de “disculpe usted”, tras liberar a un pez gordo, será un rotundo fracaso. El legado de López Obrador está, durante los próximos meses, en las manos del Fiscal Gertz.