El precio de los combustibles ha sido usado como arma de combustión política en los últimos 6 años; terreno fértil para sembrar demagogia.
Mentira uno: “El precio de las gasolinas está liberalizado”. Argucia empleada por el aún gobierno federal y su partido. En la práctica el precio final de las gasolinas está “suavizado” por el Impuesto Especial sobre Producción y Servicios, no flota según oferta y demanda.
El IEPS se usa de forma elástica; sube y baja según los inextricables designios de alguna mente al interior de la Secretaría de Hacienda.
Esta práctica ha resultado en una baja en la recaudación al pasar de 152 mil millones de pesos por el IEPS en el periodo enero-agosto de 2017 a 113 mil mdp en el mismo periodo de 2018.
Mentira dos. En la trinchera del PAN, el ofrecimiento ha sido bajar el precio por la vía de la reducción del 50% IEPS; de ser aplicada esta medida, habría una afectación al erario de 56 mil millones de pesos, los cuales no se explica cómo serían recuperados.
Mentira tres. En la trinchera de Morena las frases han sido espectaculares, pero con letras chiquitas. El ofrecimiento ha sido “congelar los precios en términos reales” y bajarlos cuando haya refinerías nuevas.
Para el común de los mortales, congelar precios implicaría que la fotografía con el precio de la magna sería el mismo el 1 de diciembre de 2018 que el 1 de diciembre de 2019.
Sin embargo, el término “reales” implica en la práctica un deslizamiento del precio conforme la inflación, que ronda el 4%.
Para la baja efectiva de precios habría de esperar un incierto proyecto de refinación. Emparejar el precio a la inflación supone también una menor recaudación en caso de que el precio del petróleo suba, como ha venido ocurriendo en 2018.