Leyendo el libro David y Goliat de Malcolm Gladwell –basado en ejemplos de cómo los desvalidos, los inadaptados, los débiles son los que saben mejor que nadie el arte de la lucha para derrotar a los gigantes—caí en cuenta de lo que celebramos hoy 25 de diciembre: el nacimiento de la mayor fuerza transformadora de la historia. El nacimiento de la humildad.
Nada podría presagiar –salvo el anuncio de los ángeles a los pastores—que aquel pequeño que nacía en un establo, en la pobreza extrema, entre el olor del estiércol y la soledad de quien no encuentra un triste jergón dónde echarse a parir, iba a partir la historia en dos: antes de él y después de él. Mucho menos tras su muerte en una cruz. Era la imagen de la derrota total. Un descartado más en un mundo dividido entre los descartados y los que descartan…
La tesis de Gladwell es sencillísima: toda desventaja (aparente) es una gran ventaja (real). Goliat, el gigante filisteo, tenía toda la posibilidad de vencer al pastorcillo israelita de nombre David. Aquél vestía pesada armadura, traía tres armas, era temido en toda la comarca. Éste, David, solo tenía piedras y una honda.
Pero hizo, justamente, lo que nadie pensaba que iba a hacer: atacó a distancia. Y, de paso, mostró que los gigantes no son como los pintan. Y que, como diría San Pablo siglos después, en nuestra debilidad se encuentra la causa de nuestra fortaleza. Solamente hay que saber dónde somos más débiles. Algo contrario a lo que nos cuenta la historia. Y muy diferente a lo que nos dice el mercado a todas horas.
La revolución cristiana no es algo que fue. Es algo que será. Quizá estemos viviendo sus primeros pasos cuando el poder de la comunicación se nos ha dado en la punta de nuestros dedos, en la era digital. Las carreteras para que personas sin instituciones ni compromisos de agenda o de utilidad puedan transitar por ellas, están abiertas. El problema, vuelvo a repetir, no es saber dónde somos fuertes, sino dónde somos “nosotros”.
La victoria de David fue inverosímil, milagrosa. Nunca debió haber ganado a Goliat. Sin embargo, varios análisis e historias que presenta Gladwell demuestran que 75 por ciento de las veces el débil le gana al fuerte. “Hace la chica” como se decía antes en el argot deportivo. El niño que nació en Belén tampoco hubiera sido una estrella entre los apostadores de Las Vegas. Su lección es la lección que sintetizaba Bernanos en las siguientes palabras: que “la humildad es invencible”.