Frenar la violencia y la inseguridad será una de las grandes tareas que tiene el próximo Gobierno que será encabezado por Andrés Manuel López Obrador.
Desde la llamada Guerra contra el Narco que comenzó en el Gobierno de Felipe Calderón Hinojosa, las ejecuciones, asesinatos, secuestros, levantones y robos, entre otros delitos, más que disminuir han ido al alza. Nadie los detiene, aunque todo mundo promete frenarlos.
Los delitos de alto impacto van como en una escalera, subiendo escalón por escalón y nadie está a salvo de las garras de la inseguridad. Niños, adolescentes, mujeres, hombres, políticos, policías, militares, periodistas, sacerdotes, etc. Todos han sido víctimas de ese flagelo que tanto ha lesionado a la sociedad mexicana, sin importar condición o estrato social.
El Gobierno de Enrique Peña Nieto terminará con alrededor de 125 mil homicidios dolosos durante los seis años de su administración, esto significa que cada día mataron más de 50 hombres o mujeres durante el sexenio que está por concluir.
La herencia para López Obrador es fuerte. La violencia está desbordada y la confianza de los mexicanos en las instituciones de seguridad está más que erosionada.
El costo para el País es sumamente alto. De acuerdo con el Índice de Paz México 2018, tan sólo en 2017, la violencia tuvo un impacto económico de 4 billones 72 mil millones de pesos, lo cual equivale al 21 por ciento del Producto Interno Bruto o una suma que es ocho veces mayor a la inversión pública en salud o siete veces más que la inversión realizada por el Gobierno a la educación.
Menuda tarea tiene por delante la llamada Cuarta Transformación, sobretodo tomando en cuenta que cada que se registra una alternancia en el poder, la violencia y las ejecuciones se disparan, por aquello del reacomodo de los grupos criminales.
En días pasados, el Presidente Electo adelantó que México quedará segmentado en 265 cuadrantes con control del Ejército, la Marina y la Policía Federal, con el objetivo de ejercer mayor control gubernamental sobre la compleja seguridad del País.
Esas 265 regiones estarán marcadas según la incidencia delictiva de cada zona, por lo cual, habrá de tres tipos: de baja criminalidad, media y alta.
De la misma manera, el tabasqueño decidió no apostar a la guerra para lograr la paz.
“Para simplificar, primero, el no apostar a la guerra. Mi gobierno se compromete a eso, a no apostar a la guerra. Esto, entre otras cosas, implica no optar por el exterminio de los seres humanos, el que no haya masacres en nuestro país, el que podamos garantizar la paz y la tranquilidad sin el uso extremo de la fuerza”, aseguró al clausurar los Foros Escucha para la Pacificación y la Reconciliación Nacional.
López Obrador y su equipo deben entender antes que nada que el crimen se ha diversificados y tiene nuevas formas de negocio. La violencia se dispersa a otras zonas y la muerte no respeta territorios. Se extiende cada día más a lo largo y ancho de nuestro País.
La tarea no es simple. Es compleja y delicada. Sin duda, frenar la violencia, será un gran reto para el nuevo Gobierno y la Cuarta Transformación.
Tiempo al tiempo.