Le sigue hablando a su clientela. No le interesa nada más.
El mensaje del inquilino del Palacio Nacional, del ciudadano que hoy ocupa la primera magistratura del país; durante, e incluso antes, y seguramente después de la pandemia, está dirigido no a todos los mexicanos, no. El mensaje de Andrés Manuel López Obrador está dirigido a sus incondicionales, a los poco más de 15 millones que desde hace 18 años votan por él y lo idolatran.
El mensaje del pasado domingo 5 de abril, en el que vimos a un hombre pequeño y anodino hablar de lo que, según él, ya hizo, como si fuese a ser algo que va a hacer; nuevamente dejó en claro lo que Andrés Manuel López Obrador es: un varón que sólo sabe hablarle a sus fieles. Carece de empatía y apuesta al cálculo electoral.
Más allá de la retórica, que siempre ha sido uno de sus lados flacos, el fondo del mensaje no fue a los mexicanos todos, no; López les habló a sus fieles, a su rebaño incondicional que no reflexiona, no investiga, no cuestiona.
Le sigue apostando a su mercado; es como el hombre que toda su vida ha vendido verduras en un tianguis y, ante su éxito, es contratado para realizar las ventas en un supermercado y no da los resultados esperados, pues no sabe cómo hablarle a la clientela; no porque sea diferente el producto, no, sino por que la clientela no es la misma.
Ante la falta de propuestas claras para enfrentar la crisis en la que ya estamos metidos, el hombre que ocupa el Palacio Nacional anunció reducciones salariales y violación de la ley con la cancelación de aguinaldos a burócratas; ello ha dado pie a que el sector empresarial arremetiera contra él y le exigiera planes para salvar, no a los grandes empresarios, sino a los micro y pequeños empresarios que viven al día.
El inquilino del Palacio Nacional y sus huestes no entienden, por ejemplo, que el dueño de una papelería que tiene una empleada que le ayuda, es un microempresario.
A él, que ha vivido de la nada durante los últimos 20 años, que nunca ha emprendido y que jamás ha arriesgado un capital, no le cabe en la cabeza que los propietarios tortillerías, pollerías, quienes hacen y venden galletas, quienes tienen una paletería, los dueños las tienditas de la esquina, son empresarios. Así de estrecho él y quienes le siguen respaldando sin cuestionar.
Ante ello, los organismos empresariales se han comenzado a organizar, convocados por el Consejo Coordinador Empresarial que encabeza Carlos Salazar Lomelín.
La idea es que empresarios, sindicatos y organizaciones sociales suscriban un gran acuerdo nacional que proteja el empleo, los salarios y los ingresos de las familias mexicanas durante los próximos 90 días. Ojalá tengan éxito.
Para ello, se proponen una serie de acciones para apoyar a las MiPyMEs, sí, tortillerías, paleterías, papelerías, etcétera y asegurar que cuenten con liquidez suficiente para transitar la crisis.
“Hasta este momento, no se ha entendido la dimensión, desde el punto de vista económico, del impacto negativo que esta pandemia causará en las empresas”, declaró Carlos Salazar al presentar el programa.
Quizás, quien haya plasmado mejor la realidad del inquilino de Palacio es Gustavo de Hoyos Winkler, presidente de Coparmex quien afirmó recientemente en una entrevista:
“Estamos presenciando la sordera del presidente a los reclamos de quienes producimos y representamos el 85 por ciento de la actividad económica del país”.
Y sí, el inquilino del Palacio no escucha a nadie, sólo a sí mismo. Les digo.
El ultimo párrafo. También hay que platicar las buenas. Hasta el momento de escribir estas líneas, en México 633 personas se han recuperado del COVID-19; de ellas, en Querétaro, 23 pacientes han sido dados de alta sanitaria por las autoridades de salud. Todos ellos son historias de éxito y esperanza, que sean más. Digo.
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