A pesar de todos los esfuerzos para contener la crisis sanitaria, Canadá entró ya a la llamada “segunda ola” del Covid 19. En términos epidemiológicos y estadísticos, esto ocurre después de haber “aplanado la curva”; si vemos una gráfica de casos confirmados y muertes, se dice que un país aplanó la curva cuando tras una subida en forma de cerro, baja hasta llegar a un número constante bajo de personas afectadas. O sea, en Canadá, por varias semanas no hubo decesos por coronavirus, pero seguían haciéndose pruebas (en promedio 30 mil diarias tan solo en la provincia de Ontario) y salían 60 o 70 casos positivos al día. En estos momentos, en la misma provincia se registran alrededor de 800, vuelve a haber algunas muertes, empezó la segunda ola.
Desde el inicio de la pandemia, la atención pública se ha centrado en temas de salud, las medidas de prevención, su impacto en la economía y cómo apoyar a los sectores más afectados. El gobierno canadiense ya lanzó un segundo plan de medidas para mitigar la crisis, que le va a costar miles de millones de dólares. Las autoridades provinciales están ahora buscando medidas muy focalizadas para contener los contagios, sin volver a un cierre total, se ha dado marcha atrás a la capacidad autorizada de operación de restaurantes y bares, las escuelas siguen abiertas, pero existe la opción de clases en línea, si los padres así lo prefieren; muchas oficinas siguen cerradas.
Esta semana estuvimos de nuevo en riesgo de que se disolviera el gobierno de Justin Trudeau e irnos a elecciones federales. Los medios hablaron del tema solo un par de ocasiones… Las diferencias políticas, que sí existen, no logran quitar el peso de lo que -a los ojos de los canadienses- son prioridad: la salud y la economía.
Se empiezan a discutir escenarios posibles para la recuperación, y se ve un crecimiento económico tipo “K”. Se habla de que, tras la pandemia, la recuperación no será pareja, hay sectores que van a crecer y volver a los niveles antes del Covid, pero otros han empezado una caída de la cual no se van a levantar. La letra K representa esta doble tendencia, como dos “V” invertidas, una sube y la otra baja. En Canadá se prevé que las familias con más ingresos y que poseen bienes raíces van a tener altos ingresos (este año los precios de propiedades han crecido más de 8%); pero la gente que paga renta y tiene deudas bancarias, particularmente las parejas jóvenes enfrentarán muchas dificultades, algunos la banca rota e insolvencia financiera. Unas industrias recuperarán su crecimiento, el pequeño comercio será el que sufra más perdidas, igual que la industria turística. Un fenómeno similar se pronostica para los Estados Unidos, donde las clases pudientes se recuperarán, pero las clases bajas solo van a empeorar.
Las noticias en medios y los temas de conversación en las redes sociales en México, en cambio, rara vez tocan temas sanitarios, mucha gente se rehusa a respetar las medidas sanitarias y ven la pandemia como algo del pasado. Lo que abunda es la polarización política entre gente que apoya al Presidente López Obrador y los que quieren su renuncia. El discurso oficial se ha metido en una narrativa tan diversa, desde casos serios de corrupción y encuestas populares para aplicar la ley, hasta una ilusoria lucha por exigirle a España pedir perdón por la Conquista y recuperar de Austria el Penacho de Moctezuma.
Yo percibo dos realidades muy diferentes entre México y Canadá ante un problema que es común a todo el planeta, la pandemia. En Canadá, la gente está preocupada por los riesgos sanitarios del Covid 19, una enfermedad muy contagiosa y potencialmente mortal para la cual no hay cura, y se analizan sus efectos económicos: tratando de contenerla, muchos negocios han cerrado, algunos definitivamente, las fronteras están cerradas al turismo, se han perdido muchos empleos y varios sectores económicos no ven una recuperación al corto plazo.
En México, aun cuando enfrenta el mismo problema que Canadá y el resto del planeta, hay amplios sectores de la población que todavía dudan de la peligrosidad del virus, se niegan a tomar medidas sanitarias y se enfrascan en una creciente polarización política. Los medios abundan en críticas (o loas, según el caso) al régimen de López Obrador. Hay dos narrativas, ninguna de las cuales se centra en la pandemia. De un lado, hay los que creen que el presidente está haciendo una labor histórica eliminando del país la corrupción y decidido a hacer realidad todas las demandas populares, como si en el país no hubiera problemas mucho más apremiantes; se perdió la atención a la crisis económica y a la pandemia que ha matado casi a 100 mil mexicanos.
En la otra narrativa, de los opositores a AMLO, (al menos) se habla del pésimo manejo de la pandemia, del desbordado crecimiento de la delincuencia organizada y la violencia, de la extrema militarización de instituciones públicas, a un nivel comparable con lo que pasó en Venezuela -dicen-; critican el desmantelamiento de fideicomisos para apoyar la ciencia, la cultura y el deporte; el desabasto de medicinas contra el cáncer para niños y su misteriosa desaparición. Casi cada semana hay un tema nuevo de crítica, que distrae a la opinión pública, pero va consolidando el caso de un gobierno que no tiene plan ni capacidad para dirigir al país. De ser éste el caso, entonces el tema más urgente, antes de la pandemia y sus efectos económicos, es la capacidad de AMLO y su gobierno para seguir en el poder y cómo cambiarlo en una nación que carece de mecanismos para el rendimiento de cuentas. Sin una figura de “voto de confianza” como el sistema canadiense, México carece de herramientas legales y de contrapesos para quitar del cargo a un mandatario o al menos exigirle que cumpla con su deber.
La Organización de las Naciones Unidas, la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advierten que en América Latina no puede haber reactivación económica sin controlar la pandemia: “No hay apertura económica posible sin que la curva de contagios haya sido controlada, y no hay reactivación posible sin un plan claro para evitar el repunte de los contagios” *, afirman.
Sólo si se aplana la curva de contagio de COVID-19 se podrán reactivar las economías de América Latina y el Caribe. “No hay dilema entre economía y salud, la salud es primero”, afirma Alicia Bárcena secretaria ejecutiva de la CEPAL. “La salud y el bienestar son requisitos para reactivar la economía, la salud es un imperativo ético y una condición necesaria para restaurar la capacidad productiva.”
El gran problema de México es que ninguno de los dos grupos (pro y anti AMLO) pueden ver esta crisis. Siguen envueltos en una espiral de discursos encontrados que sigue fragmentando al país. Y a los problemas sanitarios y económicos, añaden una seria inestabilidad política, que va a profundizar el caos.
[*Fuente: https://news.un.org/es/story/2020/07/1478182 ]