Chicago, IL.- La tibieza del gobierno de Enrique Peña Nieto es increíble, pero entendible cuando trata con la Casa Blanca, capaz de promover su enjuiciamiento por la corrupción desmesurada que encabeza.
Traigo esto a colación por la respuesta que dio la administración del presidente mexicano a las recientes declaraciones de Donald Trump sobre los detalles de la llamada telefónica que sostuvieron el 20 de febrero.
En un acto de campaña en Pennsylvania, el magnate reseñó que Peña Nieto le pidió decir que México no pagará por el muro en la frontera. “Y yo le dije: ¿Estás loco? No haré una declaración de ese tipo”, dijo Trump a la multitud.
Por el lado mexicano el presidente está desesperado por anotarse cualquier punto a su favor en medio de una campaña electoral que no pinta nada bien para su candidato.
Por el lado estadounidense Trump sigue con el discurso de campaña que lo llevó a la Casa Blanca; sus actos públicos son para sus fanáticos, con la esperanza de lograr la reelección a cualquier costo.
Luego de que Trump llamó “loco” a su homólogo, el canciller mexicano Luis Videgaray reiteró que los mexicanos nunca pagarán por un muro en la frontera y se pronunció por seguir trabajando de manera constructiva en la relación bilateral.
Después de haber sido llamado “loco”, en una entrevista con el diario chileno El Mercurio, Peña Nieto consideró que la edificación del muro fronterizo no es “un gesto amistoso”.
La respuesta diplomática es igual de moderada que la apreciación del mandatario mexicano, incapaz de articular una reacción contundente contra las vejaciones lanzadas desde la Casa Blanca.
La tibieza del gobierno mexicano es prueba irrefutable de que el residente de Los Pinos está muy preocupado por su futuro cuando termine su administración. Una cosa es lidiar con un sucesor que quiera procesarlo por el robo de las arcas públicas y otra muy distinta que esa intención tenga el respaldo de Estados Unidos.
La cosa se está poniendo muy fea para el agachado y sus cuates.