“En una mañana de oro alguien nublaba el paisaje,
eran un cuervo y un loro arrancándose el plumaje,
hay que olvidar lo pasado si la culpable es la suerte,
que bueno y malo mezclado, en regular se convierte.”
Esta copla, inmortalizada por Pedro Infante y Jorge Negrete, a la que hemos recurrido algunas veces en este espacio, le viene muy bien a la reciente disputa entre dos pesos pesados de Morena: Ricardo Monreal y Adán Augusto López.
La pugna por el control y las acusaciones de corrupción en el Senado han transformado el paisaje político en un campo de batalla donde las plumas vuelan, dejando al descubierto las grietas de un partido que se tambalea entre la unidad y la fragmentación, lo que finalmente y se los digo de una vez, lo llevará a su extinción.
El conflicto comenzó cuando Adán Augusto López, presidente de la Junta de Coordinación Política del Senado, acusó a Ricardo Monreal de manejar irregularmente contratos millonarios durante su gestión.
López calificó las prácticas de Monreal como “una traición a los principios de austeridad” del partido. Monreal, fiel a su estilo combativo, no se quedó callado: “Todo lo que hemos hecho ha sido con transparencia y dentro del marco de la ley. Aquellos que lanzan acusaciones sin pruebas están desinformando a la opinión pública”, dijo mientras publicaba los contratos en redes sociales para respaldar su postura.
Ante el evidente deterioro de la imagen pública del partido, la presidenta Claudia Sheinbaum intervino directamente. En una reunión convocada en Palacio Nacional, la Mandataria llamó a ambos legisladores a “mantener la calma y actuar con responsabilidad”.
Fuentes cercanas al encuentro comentaron que Sheinbaum dio el golpe en la mesa: “No podemos permitir que nuestras diferencias internas debiliten el proyecto de la Cuarta Transformación. Lo que está en juego es el futuro del país, no nuestras agendas personales.”
Y para muestra, el gesto desencajado de ambos en la fotografía oficial de la reunión se hizo viral, con usuarios en redes sociales comentando que parecían adolescentes recibiendo un regaño de su madre. La irónica escena expone la tensión entre la necesidad de unidad y las ambiciones individuales que amenazan con fragmentar al partido.
Por si fuera poco, Luisa María Alcalde, nueva dirigente de Morena, también intervino. En declaraciones posteriores, subrayó: “No se trata solo de mantener la unidad por apariencia, sino de hacerlo con congruencia y transparencia. Cualquier irregularidad debe ser denunciada; de lo contrario, nos convertiremos en lo que juramos combatir.” Sin embargo, también insistó en que “el proyecto del país debe estar por encima de los intereses personales”, dejando entrever que la prioridad sigue siendo la cohesión del partido.
Este episodio trae a la memoria las prácticas del viejo PRI, donde las disputas internas se resolvían a puerta cerrada para mantener una fachada de unidad. La prioridad, entonces como ahora, parece ser evitar que las fracturas internas se hagan públicas, más que atender las causas de fondo.
“El problema no es la corrupción, sino que la estamos ventilando afuera,” comentó un legislador morenista bajo anonimato, reflejando el verdadero dilema dentro del partido. Esta actitud subraya una preocupante falta de autocrítica que exhibe a m Morena tal y como está en estos momentos.
En el campo de batalla de Morena, Monreal y López son el cuervo y al loro de la copla. Ambos, con sus propias ambiciones y narrativas, se arrancan el plumaje mientras el partido hace maroma y media para tratar de preservar la unidad con un hilo de seda.
Pero la disputa también puede leerse en clave de otra copla, que retrata cómo la búsqueda de alianzas y el desgaste interno están marcando su relación:
“Te consta que no soy tonto como tú, lo has presumido
Tonto no si entrometido por el hambre de amistades
El hambre siempre la calmo con el manjar del amigo
Mendigo es si no mendigo el que roba a sus amigos.”
Monreal y López, cada uno en su papel, parecen responder a estas líneas. Uno, acusado de usar sus amistades para afianzar su poder; el otro, señalado de traicionar la confianza dentro de su propio grupo. En este duelo político, ambos corren el riesgo de ser vistos como mendigos que, en su afán por el control, terminan debilitando al partido que los vio crecer.
Como no se da lo bueno
Para placer del malvado
Con la miel y su veneno
Hoy anda los pobres….purgados.
Digan ustedes si no.
Tiempo al tiempo.