El viernes 21 de octubre entró en efecto una nueva ley en Canadá que prohíbe la compra, venta y transferencia de armas entre particulares, como lo había anunciado en mayo el primer ministro Justin Trudeau, con el fin de reducir los casos de violencia con arma de fuego a lo largo del país.
En otro orden de ideas, mañana habrá elecciones municipales en Toronto, donde yo vivo, la capital financiera de Canadá.
Ambos temas en México se viven en forma muy diferente. Por eso me gustaría explicar qué pasa acá y cómo se contrapone a la realidad mexicana.
Empecemos por las corcholatas… En la época del gobierno unipartidista en el poder en México, se hablaba del famoso “tapado”, el sucesor (como en las realezas europeas) del gobernante en turno. Eso ponía en movimiento las complejas redes de intereses al interior del gobierno, los sindicatos, las grandes empresas y todos los que se cuelgan del poder, para afianzar su permanencia en el siguiente mandato.
Algo nuevo para mí (que salí de México hace más de 15 años), quizá debido a la alternancia de partidos en el poder, es que ahora se habla de “corcholatas”. Que en esencia es lo mismo, el gobernante en turno mucho antes de las elecciones empieza a “alborotar el gallinero” sugiriendo quienes podrían ser los finalistas en la carrera hacia el ambicioso nombramiento como sucesor. Ah, perdón, pero es que debe haber elecciones democráticas… o algo así, la elección del candidato que habrá de contender el próximo año.
Ya había dicho antes que la duración de las precampañas, que en México casi inician al día siguiente de la toma de poder de un mandatario (igual que en Estados Unidos). Ambos países viven en campañas políticas permanentes. Los canadienses odian las campañas políticas, que no duran más de un mes y son patrocinadas por fondos recaudados por los mismos partidos.
Este lunes hay elecciones para presidente municipal de Toronto (centro financiero del país con casi 3 millones de habitantes), y hay 31 candidatos independientes apuntados para el puesto, incluyendo al actual que busca su segunda relección. Toronto forma parte de una gran mancha urbana conocida como la Gran Área de Toronto (GTA por sus siglas en ingles), junto con otras 4 municipalidades. En conjunto suman mas de 5 millones de habitantes en un área de 7,000 km2. Toronto es la ciudad más multicultural del mundo, con poco más de la mitad de sus habitantes nacido fuera de Canadá; aquí vive gente de más de 200 etnias y se hablan más de 170 idiomas.
¡Imagínense, una elección para gobernar esta ciudad, con candidatos sin partido político!
A diferencia de las elecciones provinciales y federales, donde sí hay partidos, y uno no vota por el primer ministro o el premier (gobernador), sino por su diputado local y el líder del partido que gane ocupa tales puestos.
Los interesados se postulan, buscan sus propios patrocinadores y se consideran todos candidatos independientes. El enfoque es muy localista, distrito por distrito. Se hace algo de ruido en medios sociales, casi no hay anuncios en medios tradicionales, solo letreritos de cartón en los prados de los vecindarios, que de hecho se confunden con los anuncios de “maneje despacio” y “se hacen trabajos de plomería”.
Los candidatos a alcalde no tienen espaldarazo ni padrinazgo del premier ni del primer ministro (o lo aparentan muy bien), tienen que ir a golpe de calcetín a pedir el voto a sus representados. Organizan debates en centros comunitarios, que de repente sale en noticiarios de televisión. Es una campaña muy franciscana y corta. Los que quieren ocupar el puesto de John Tory (actual alcalde con 8 años en el puesto), forman un ramillete muy diverso, desde milenials, expolicías, empresarios, activistas sociales; muchos de ascendencia hindú o asiática, y hay un colombiano. Entre los temas más candentes de sus propuestas están ampliar las vialidades, el transporte publico (¡muchos de los candidatos presumen que ellos lo usan, no tienen carro!), resolver el altísimo costo de las rentas y la vivienda en la ciudad (¿rentas? la mínima cuesta $2,400 dlls; ¿comprar? un condominio mínimo $500 mil dlls, una casa $1 millón).
Otro de los temas es la seguridad pública, que aun siendo de injerencia municipal, involucra un esfuerzo conjunto entre los cuerpos provinciales y federales. Con este propósito, el gobierno de Trudeau decretó la prohibición de venta de armas entre particulares. Como toda gran ciudad, aquí es frecuente ajustes entre algunas bandas, muy raros casos de tiroteos masivos y últimamente asaltos a mano armada a farmacias para robar narcóticos controlados. La realidad es que, aunque es un gran logro en el combate a la delincuencia, hay un gran mercado negro de armas que vienen de los Estados Unidos (como en México), y que son las que usan las bandas delictivas.
Y volviendo al tema del control de armas, en México, el canciller Marcelo Ebrard (una de las principales “corcholatas” para suceder a López Obrador) con dicho propósito promovió una acción legal contra 11 de los principales fabricantes de armas en Estados Unidos, argumentando que sus productos llegan ilegalmente (¿o no?) al país y son usados por la delincuencia organizada. El intento fue frustrado por el sistema judicial gringo, como era de esperarse, pero claro suena bonita la idea cuando se anda en campaña.
Así que, entre pistolas y corcholatas, pues las cosas no se ven muy fáciles en México. En Canadá, los retos van por otro canal, particularmente en el costo de la vida que, eventualmente, es otro factor que alimenta la delincuencia. Menos corcholatas y más acción contra la delincuencia.