Cualquiera pensaría que, atascado como es, el actual Gobierno federal, no tendría ningún reparo en explotar y sacar raja política de un evento que esperamos todos los mexicanos. Y pretendió hacerlo, pero no supo cómo. No sabe, no tiene idea.
Me refiero al momento en el que se nos aplique la vacuna contra la COVID-19, ese momento que prácticamente todos los mexicanos esperamos con ansias.
Desde que se comenzaron a autorizar los diversos biológicos y comenzaron a llegar al país las primeras noticias de acuerdos, compromisos de compra, acompañados de afirmaciones como ‘misión cumplida’ y ‘es el principio del fin’; vi el brillo en los ojos del inquilino de Palacio y sus testaferros de la cuatroté y advirtieron: ‘Lo vamos a hacer nosotros solos, nadie más’; claro, si querían todo el crédito.
En esos momentos pensaba y lo expresaba públicamente, que la ambición por explotar la necesidad y la urgencia de muchos por obtener la vacuna, llevaría a la administración federal a acelerar los trabajos para inmunizar al mayor número de mexicanos en el menor tiempo posible y, en el transcurso, recordarle al pueblo bueno que su ´pejestad’, en su inconmensurable bonhomía, era quien con enormes esfuerzos, le acercaba la vacuna que le protegería del maldito bicho y lo libraría, entre 94 y 97 por ciento, de padecer la enfermedad. Jamás contemplé el grado de su incapacidad.
Y sí, para eso son las ‘brigadas correcaminos’, los siervos de la nación, esos mismos que en 2018 pidieron el voto por el inquilino de Palacio y que ahora piden el INE para ‘verificar’ que nos toque la inoculación y nos toman la foto ‘pal recuerdo jefecito, no crea que es pa otra cosa’.
Todo está bien armado; las brigadas adoctrinan, el personal de salud inmuniza y los soldados mantienen el control, no se nos vaya a ocurrir insubordinarnos en la fila. Pero pues no hay vacunas.
Sí todo está bien pensado; lo único malo es que, en la cuatroté, lo suyo, lo suyo, lo suyo, es el discurso, no la acción. Eso no está en su naturaleza.
En el discurso todo es perfecto, lo harían a una velocidad vertiginosa y todo se resolvería en un abrir y cerrar de ojos. No, ‘nel’, ‘nocierto’, mienten. Miente el inquilino de Palacio. Mienten sus testaferros y se dejan engañar quienes le creen.
Yo hubiera pensado en una celeridad de vacunación tal que hoy permitiera a México un avance, si no similar, por lo menos cercano, al de Chile; aunque me encantaría que fuera cercano al de Estados Unidos que llegó el jueves pasado a los 50 millones de dosis aplicadas. 50 millones.
Para la misma fecha, 25 de febrero, según las cifras oficiales del gobierno mexicano, en el país se habían aplicado 2 millones 88 mil 813 dosis; lo que significa que se ha inmunizado, pensando en que cada dosis es una inmunización personal, cosa que no es cierta, pues algunas vacunas requieren dos dosis, apenas al 1.6 por ciento de la población total del país. Eso y nada es lo mismo.
La campaña nacional de vacunación inició el 24 de diciembre pasado y han pasado 95 días. Eso significa que, en promedio, al día, el gobierno federal ha aplicado, el solito, 21 mil 987 dosis.
Usted cree, estimado lector, querida lectora, que a ese ritmo habrá resultados pronto por cuanto ve a una disminución en la pandemia. Yo lo dudo mucho.
Entonces, vuelvo a mi argumento inicial. La administración del inquilino de Palacio planea, habla, discute, presume, pero, la aritmética nos dice que, mienten, que son unos inútiles para llevar a cabo lo que tanto pregonan, comenzando por el convaleciente e inútil Hugo López Gattel. Como diría el clásico: ‘No sirven pa’nada’ y ahí podría estar su Waterloo. No lo olviden, el 6 de junio se pueden cobrar facturas.
El último párrafo. Ayer estuvo en Querétaro el inquilino de Palacio, inauguró un hospital que él no inició, al que le invirtieron recursos desde antes del inicio de su administración, lo presumió como propio, aunque le convidó tantito al gobernador de Querétaro; lo que me llamó la atención fue que no mencionó ni una sola palabra de agradecimiento al personal de salud que combate la peor pandemia de los últimos 100 años y no hubo una sola palabra a los enfermos y deudos de la enfermedad. Insensible. Digo.
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