México tiene en la Presidencia un “ambicioso de élite (Región 4)”, no uno “vulgar” como el déspota de Tepetitán llama a los que quieran llegar a Jefe del Ejecutivo sin su permiso.
Convertido ya en dictador bolivariano, a la usanza de Nicolás Maduro, el déspota tabasqueño se ha aliado con el narco, concentra poder y dinero del Erario para seguir gobernando.
Como el elefantiásico venezolano (Ahí la lleva el macuspano) le ha dado manga ancha a los carteles para operar y apoderarse de gobiernos municipales y estatales a cambio apoyo.
El sicofante presidencial persigue con furia y violencia a críticos y opositores y quiere sacar del territorio mexicano a toda gran empresa extranjera que pueda hacerle ruido.
Su gobierno es un escenario de cartón como aquel que montaron para celebrar el no quinto centenario del advenimiento del imperio mexica, y todo es simulación, falsedades.
Refinerías que no refinan, trenes a ninguna parte, aeropuerto sin aviones, sistema de salud sin medicamentos, y ahora una aerolínea “estatal” operada por una empresa privada, y así todo.
Su plan para 2024 son elecciones estilo chavista en la que los votos para la oposición no cuenten, eso, si las cabezas opositoras no han sido segadas, desterradas o están en la cárcel.
Para contarles un cuento igual de idiota, pero con más sentido que aquel con el que el macuspano respondió a las preguntas de reporteros sobre las masacres en todo el País, va este;
Francisco Franco, estaba postrado, agonizante, cuando escuchó un rumor de multitudes desde su habitación en el Palacio Real de El Pardo (Porque los dictadores viven en palacios):
—¿Qué ruido se ese, Carmelita? Preguntó el tirano a su esposa.
—Es el pueblo que viene a despedirte.
—¿Pues a dónde se van?
…..
Ni siquiera Plutarco Elías Calles abusó tanto del poder como López Obrador, pero a diferencia del sonorense, el macuspano carece de capacidad para la estrategia a mediano y largo plazo.
Calles formó un partido que resultaría imbatible por décadas, pero no lo sacó de sus ardores sino de consensuar en uno sólo a las fuerzas revolucionarias y socialistas que por entonces sí existían.
AMLO nunca buscó el consenso, la negociación, sumar para que al dividir la mayoría quede de su lado, al contario, piensa que construye mayoría pateando y amenazando a críticos y opositores.
Pero ningún otro anhelo ha acariciado con fruición que reelegirse o por lo menos, convertirse en Jefe Máximo de su delirio llamado Cuarta Transformación, desde la noche del 1 de julio de 2018.
México ya está venezolanizado u obradorizado (es lo mismo) el País es una base del crimen organizado a escala internacional y la administración pública ha sido militarizada.
El régimen se oculta tras una enorme opacidad, revienta los órganos de control, fragua un golpe para acabar con el Poder Judicial y sus diputados intentan acabar con el legislativo.
Al igual que la Venezuela chavista, en México se desmontó el sistema público de salud, se intenta hacer de la educación la base para perpetrar la dictadura.
La idea es que lo cubra una minoría de menesterosos que no puedan sobrevivir sin la ayuda oficial, y que a fuerza de homicidios y expulsión del territorio, esa minoría se convierta en mayoría.
Mientras todos los daños de la cloaca llamada Cuarta Transformación comienzan a emerger, López intenta convulsionar al país a tal grado que dictar el Estado de Excepción pueda justificarse.
De no lograrlo, ha de seguir enfrascado en dejar en la Presidencia al incondicional que le cubra la espalda, y nadie lo garantiza como su socia en negocios sucios hace lustros: Claudia Sheinbaum.
Para ello, a Claudia la ha cubierto de las investigaciones del Colegio Rébsamen, del accidente de la Línea 12, de los desvíos de fondos en el Gobierno de CDMX, porque son valores entendidos.
Hoy además de Xóchitl Gálvez (la candidata de la Marea Rosa, o sea, de millones de ciudadanos no comprometidos con partido alguno) comienza a entorpecer sus planes Marcelo Ebrard.
Con más experiencia política y menos sevicia que Sheinbaum, el excanciller no parece dispuesto a tapar crímenes, consentir que los López Beltrán y López Obrador sigan robando.
Y cada paso para forzar una sucesión con apariencia de alternancia o democracia, López se debilita y comienzan a surgir las fracturas hasta en su familia.
Quizá estén cebados los jefes militares, comprados algunos empresarios, seducidos algunos académicos, pero la mayoría vive hastiada con sus errores y excesos, con su pedantería y tosquedad.
Es claro que López no entendió nunca el cómo se armaba la maquinaria del “Ogro Filantrópico” y su “Dictadura Perfecta”, para poder manipular el poder y tener diques en todos los sectores.
Tampoco entendió que México no es una isla como Cuba o un país caribeño como Venezuela, sino una nación vecina, con fuertes lazos familiares, culturales y económicos, con el país que ya lo trae en jabón.
Aunque no lo sepa, su última esperanza no es Sheinbaum sino Donald Trump, aunque volvería a doblarlo, pero por ahora su socio neoyorquino no parece ir en caballo de Hacienda.