Ante un mismo enemigo mundial, el COVID19, las estrategias y las respuestas en cada nación del planeta han sido diferentes… unos siguen los caminos de la razón, la ciencia y el sentido común, pero otros van cayendo en las trampas de la mentira, la manipulación y los intereses políticos. Cada gobierno está mostrando sus colores verdaderos, mientras los pueblos de todas las naciones han rendido sus libertades individuales a las autoridades para derrocar un enemigo invisible en un ambiente de guerra viral.
En Canadá llevamos 7 semanas de encierro por la emergencia sanitaria del coronavirus, justamente hoy la Provincia de Ontario anunció su plan progresivo de reapertura de la economía, explicando que “el virus nos va a dar la pauta de cuándo reabrir”, se calificó el plan como un mapa de etapas, más que un calendario con fechas específicas. Aun cuando el gobierno de los Estados Unidos quería reabrir la frontera norte lo antes posible, tanto el gobierno federal como los provinciales canadienses dijeron que no, debido a que esa nación es ahora el mayor foco de casos y muertes del virus.
Con una estrategia política astuta, el Primer Ministro Justin Trudeau ha venido dando conferencias de prensa diarias desde la puerta de la residencia oficial (donde él mismo estuvo en cuarentena porque su esposa tuvo COVID 19 y ya sanó); paulatinamente fue moviendo la temática del aspecto sanitario hacia los apoyos económicos. Dejando a los líderes provinciales y municipales, así como a las autoridades sanitarias, las malas noticias sobre número de contagios, pruebas, fallecimientos y el triste caso de los asilos de ancianos, donde se concentra el mayor porcentaje de muertes.
Y ahí empezó la danza de los miles de millones de dólares en apoyos directos de $200 dólares canadienses a ciudadanos, créditos a tasa cero para negocios, cobertura del 75% de la nómina de muchas empresas para reducir los despidos; diversos apoyos económicos a grupos y sectores económicos vulnerables, etc.
Algunos medios han llamado a Trudeau el Santa Claus de la Pandemia, pues sus apariciones públicas se han centrado en los programas financieros del rescate de la economía canadiense. Tanto así que se ha reportado que hay personas beneficiadas con esos programas que ahora están ganando más (temporalmente) que antes de la pandemia.
Al día de hoy, en Canadá hay casi 49 mil casos confirmados de coronavirus, más de 2,700 muertes y se han realizado casi 800 mil pruebas. No se registra desbordamiento de los centros hospitalarios, todos los niveles de gobierno han sumado esfuerzos y la gente en general ha acatado las medidas sanitarias, aun cuando se han implementado multas de $1,000 dólares a gente que no respete el distanciamiento social. La curva ya se está achatando.
Desde hace unas semanas, Trudeau advirtió que el regreso a la vida como la conocíamos antes de la pandemia no será pronto y solo lo será cuando exista una vacuna y/o una cura para el coronavirus, lo cual tomará varios meses. La sociedad ha buscado formas de reconocer y agradecer al personal médico por su valiosa tarea al frente de esta lucha por salvar vidas. En Ontario se acaba de anunciar un aumento de $4 dólares por hora (por 4 meses) para todo el personal médico y gente que trabaja en asilos.
Por su parte en México, la pandemia ha trazado una historia diferente. Ni la gente ni el gobierno han acabado de aceptar ni de entender la crisis que se está viviendo en todo el mundo. El país se está enfrascando en una lucha política intestina, puesto en lenguaje coloquial, una guerra entre fifis y chairos; otros usan términos más sofisticados como la resistencia, los golpistas, los conservadores, y hasta se habla de una coalición de gobernadores para independizarse del gobierno federal de López Obrador.
El gran problema es que se quita la atención de todos al problema sanitario. En México había una sola empresa que fabricaba las pruebas del virus y no se dejaba a los gobiernos locales comprar pruebas del extranjero. Solo hace pocos días, Marcelo Ebrard anunció que se comprarán 50 mil pruebas, pero inicialmente solo se dispuso de 9 mil, dando 200 pruebas por entidad federativa y el resto en la Ciudad de México.
El Subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell admitió que México no tiene los recursos suficientes para saber científicamente cuánta gente está infectada; lo que no se puede contar, no se puede medir, ni se puede planear cuántas camas o respiradores se van a necesitar. El habló de su modelo centinela, diciendo que si uno quiere tener una idea de cuántos enfermos de coronavirus hay, multiplíquele por 8 a los datos oficiales…
Las cifras oficiales dicen que hay casi 15 mil casos confirmados y van muertes 1,350. A ojo de buen cubero, la realidad sería que hay 120 mil casos y como 10,000 muertes; esto al inicio de la fase 3 de la pandemia, que es cuando los casos se empiezan a multiplicar en forma exponencial. Se dice que el gobierno mexicano ya mandó fabricar 4 mil bolsas para cadáveres, por no mencionar el patético “código bioético”, en el cual se instruye a los nosocomios que, ante la obvia falta de recursos, se privilegie a los jóvenes sobre los ancianos, si les llegan 2 jóvenes “échense un volado”.
En un momento cuando todo el planeta está enfrentando la pandemia, en México aún hay mucha gente que cree que el COVID19 es una mentira de los poderosos, de los medios de comunicación y los enemigos del presidente López Obrador. Hasta hay sacerdotes que siguen celebrando misas masivas y los transportes públicos siguen llenos.
Todo tipo de teorías conspiracionistas han circulado, que el virus es un arma biológica, que ya vienen flotillas extraterrestres a conquistar la Tierra, que va a caer un meteorito de 4 km de diámetro; que en México se está cuajando una revolución o golpe de estado contra López Obrador, que todos los medios están en su contra…
Lo más triste es ver algo que yo esperaba que fuera otra de las noticias falsas que circulan, pero que parece ser cierto: ataques contra médicos y enfermeras de parte de la población, que se les prohíbe entrar a tiendas y subir al transporte público. En eso México tiene el primer lugar mundial, siendo casi el único país donde mucha gente se comporta como animales salvajes atacando a la gente que en todo el planeta se reconoce como héroes incansables, el frente de batalla contra este enemigo invisible.
La ausencia de pruebas quizá obedezca a esa vieja tradición de México de ocultar hechos y maquillar cifras que no se ven bien ante la opinión publica. Ya pasó en 1968 y en 1985, que el mundo no sepa cuántas gentes murieron. La diferencia hoy es que la epidemia es global, todo el planeta está luchando contra la misma crisis; no van a poder tapar el sol con un dedo, menos en la era de los medios sociales y fotos satelitales.
De apoyos financieros, poco se ha anunciado, poco hay para repartir. La economía mexicana va a ser severamente dañada no solo por la caída de los precios petroleros, sino por el cierre de fronteras en todo el planeta, la muerte virtual del turismo y la aviación comercial; la baja en las remesas, una de las mayores fuentes de ingresos de México, pues con todo cerrado en Estados Unidos, no hay trabajos y los latinos son uno de los grupos donde más muertos ha habido. Se prevé un regreso al proteccionismo, pues todas las economías están perdiendo millones de empleos, y México no está preparado para ninguno de esos escenarios.
Las muestras musicales de solidaridad durante la pandemia nos dan una idea de la mentalidad de cada cultura: en México sacaron un video colectivo llamado “Resistiré”, en Canadá se llama “Juntos somos más fuertes”. Trabucles…